Sin embargo, los fondos especulativos, que habían estado vendiendo fuertemente, han comenzado a recomprar, especialmente en maíz, lo que genera presión alcista. No obstante, estas subas se ven limitadas por las ventas de Estados Unidos y Brasil, que aún mantienen stocks importantes y cuyas monedas devaluadas favorecen las ventas.
Los precios en mínimos de cuatro años están incentivando a los compradores genuinos y generando dudas sobre el aumento de producción en Sudamérica, según Dante Romano, profesor e investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral. Además, se registra un viento a favor financiero, ya que el mercado teme un parate en la economía de EE.UU., lo que podría llevar a una baja en las tasas de interés y, eventualmente, a una devaluación del dólar. En este contexto, los commodities, incluidos los granos, están recibiendo compras como cobertura.
En el mercado de trigo, la entrada de la cosecha del hemisferio norte está llegando a su fin, pero la decisión de Rusia de eliminar temporalmente sus aranceles a la exportación podría extender la presión negativa. Por otro lado, países como Egipto están aprovechando los precios bajos para aumentar sus compras, mientras que en Francia enfrentan problemas productivos.
En el plano local, se observa una reticencia a vender por parte de los productores, mientras que los compradores necesitan adquirir. En soja, la industria necesita que se fijen los precios de lo comprado sin precio y seguir comprando, a pesar de los márgenes negativos. En maíz, los exportadores enfrentan un déficit en sus compras, mientras que los consumos pagan un plus sobre los precios de exportación debido a la falta de abastecimiento en amplias zonas del norte.
Para la nueva campaña, aún no se definen los planes de siembra. En el norte, la presencia de la Chicharrita es alarmante, lo que podría reducir la intención de siembra de maíz, favoreciendo a la soja. En el centro, todo dependerá de las lluvias, mientras que en el sur no se esperan cambios significativos.
Romano concluye que podría haber 1,5 millones de hectáreas menos de maíz y un aumento de 1 millón de hectáreas en soja, aunque todo dependerá de las condiciones climáticas y la disponibilidad de variedades.