El regreso del fenómeno climático conocido como "El Niño" en junio de 2023, después de una pausa de 7 años, plantea desafíos significativos para el sector agrícola en Venezuela. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de la ONU, este patrón climático asociado al calentamiento del Pacífico tropical podría extenderse hasta abril de 2024, augurando un año aún más caluroso y seco para el 2024.
En Venezuela, las secuelas de "El Niño" amenazan con agravar la ya compleja crisis interna, impactando directamente la producción de alimentos, los cultivos y la seguridad alimentaria de millones. Ante esto, surge la necesidad imperativa de que el Estado y los agricultores implementen medidas preventivas y de adaptación para mitigar los posibles impactos.
Una de las medidas críticas es la gestión eficiente de las aguas subterráneas, que representan el 43% del agua utilizada para riego, según datos de la FAO de 2010. Dada la abundancia de reservas de agua dulce en Venezuela, es crucial cuantificar y evaluar el estado de los pozos en zonas rurales, y organizar un plan de contingencia que garantice el combustible necesario para las plantas de tratamiento, en un contexto donde tanto la distribución de agua potable como la electricidad enfrentan desafíos.
Además, los agricultores deben considerar la implementación de sistemas de riego más eficientes, como el riego por goteo, almacenar agua, adoptar prácticas agroecológicas, utilizar cobertura vegetal, diversificar la producción y optar por semillas más resistentes a condiciones climáticas extremas. Estas recomendaciones, avaladas por la FAO y el Banco Mundial, son vitales para la adaptación del sector agrícola a los cambios climáticos.
En vista de los cambios políticos que se avecinan en Venezuela, se hace evidente la necesidad de políticas públicas que integren la gestión de riesgos como parte esencial de la planificación agrícola. Estas medidas no solo ayudarán a reducir las pérdidas, sino que también mitigarán los impactos negativos en el sector primario de manera significativa, asegurando así un futuro más prometedor y sostenible para la agricultura venezolana.