El tomate es una planta mundialmente cultivada para el consumo de su fruto. En Argentina es uno de los favoritos, su consumo ronda los 16 kilogramos por persona al año y es elegido tanto en fresco, como en seco o industrializado (por ejemplo, en salsas, puré, jugos, enlatados, entre otros). Su sabor está determinado esencialmente por el contenido en azúcares y ácidos orgánicos, mientras que su composición difiere de acuerdo a la variedad, la forma de cultivo (al aire libre o en invernadero) y a su estado de madurez.
El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) promueve el consumo de este alimento que posee una alta calidad nutricional y aporte vitamínico: en donde se destaca la vitamina C, el potasio, el magnesio y la fibra. Además de su uso como hortaliza, se le atribuyen propiedades medicinales digestivas y desinfectantes.
Producción nacional y exportación
En nuestro país, el tomate es el segundo cultivo hortícola más importante después de la papa. Su producción se desarrolla en aproximadamente 17.000 hectáreas (alrededor un 60% se destina a mercado para consumo en fresco y un 40% para industria) de las cuales se obtienen cerca de 1.000.000 de toneladas.
Principalmente, su cultivo se desarrolla las provincias de Mendoza y San Juan (Cuyo), Salta y Jujuy (NOA), Corrientes y Formosa (NEA), Río Negro y Buenos Aires -lugar en el que se destacan los cinturones hortícolas ubicados alrededor de las grandes ciudades y que abastecen a los centros de consumo que circundan-.
Cabe destacar que la superficie cultivada con tomate en Mendoza -una región productora clave que junto con San Juan concentran más de 80% de la producción nacional- ha registrado un incremento del 36% en relación con estudios realizados en 2019, según un informe elaborado por el Instituto de Desarrollo Rural (IDR).
Con respecto a la producción hortícola en manos de agricultores y agricultoras familiares, se destacan dos modelos de producción. Por un lado, los cultivos bajo.
cubierta se concentran en zonas cercanas a grandes centros de consumo, en donde el tomate se cultiva en invernaderos a fin de cosechar el producto en contraestación (invierno).
También, este modelo de producción permite adelantar la comercialización del tomate antes de la llegada del verano, en una estación donde hay baja producción según la zona del país. Por otro lado, se registra también la producción a campo que se caracteriza, a su vez, por su amplia diversificación y por el destino de la misma: la industrialización (no consumo en fresco).
En cuanto a la comercialización, el sector familiar la realiza en mercados concentradores que el Senasa habilita en distintas provincias y en ferias francas donde los agricultores y agricultoras familiares comercializan sus productos, principalmente frescos, de manera directa para quienes los consumen.
Respecto a los mercados internacionales, Argentina exporta cantidades pequeñas de tomate para consumo en fresco. Sin embargo, la evolución anual muestra una tendencia creciente desde hace casi diez años. De hecho, en lo que va del 2022 ya se ha exportado 25 mil toneladas, un 66% más que lo registrado en el año 2021 (15 mil toneladas). Las exportaciones de tomate fresco tienen a Paraguay como el destino principal, seguido por Brasil, Chile y Uruguay.
El rol del Senasa
La función de control y organización nacional de protección fitosanitaria que tiene el Senasa ha permitido mejorar la calidad y la sanidad del tomate argentino. Además, coordina las acciones de monitoreo en campo, empaques y depósitos e implementa planes de emergencia cuando la situación lo demanda. Su intervención a lo largo de la cadena de producción y comercialización de tomates permite afianzar los procesos de buenas prácticas, inocuidad, sanidad, trazabilidad y certificación.
Asimismo, a través de su Coordinación de Agricultura Familiar, el Senasa registra a los agricultores y agricultoras familiares en el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios (Renspa), que es gratuito y obligatorio. De esta manera, la formalización de la actividad que se implementa permite el acceso a la comercialización de sus productos al tiempo que contempla el desarrollo de políticas sanitarias específicas para este sector por parte del Estado nacional.
De esta manera, promueve el desarrollo regional, fiscaliza exportaciones y acerca a personas de Argentina y otros países esta pequeña y maravillosa
hortaliza que aporta beneficios para la salud y cuenta con un claro potencial económico.