Esta plaga posee un aparato bucal masticador con el que daña las plántulas en su etapa más crítica, provocando importantes pérdidas en los rendimientos esperados de no ser controladas a tiempo.
En el manejo sanitario del maíz, uno de los primeros pasos para lograr una buena implantación, es tener presente al complejo denominado orugas cortadoras. Estas son un grupo de insectos perteneciente a la orden lepidóptera (polillas o mariposas de hábitos nocturnos) con más de 26.000 especies conocidas.
Agrotis es un género de Lepidoptera perteneciente a la familia Noctuidae, son mariposas de hábitos nocturnos con una fuerte atracción por las fuentes de luz. En estado adulto, no ocasionan el daño a los cultivos. Es en estado de larva cuando son muy activas y agresivas, generando ataques principalmente en áreas bajas. El ataque de orugas cortadoras se produce con la emergencia de las plántulas. Las larvas inicialmente se alimentan de los cotiledones o brotes, para luego ascender hacia el follaje y alimentarse de las hojas nuevas.
Para los cultivos de verano como maíz y girasol representan alta peligrosidad con muy bajos umbrales de daño (2000-3000 larvas/ha). En las zonas productivas de nuestro país, principalmente se encuentran dos especies: el gusano cortador grasiento (Agrotis ypsilon) y la oruga cortadora áspera (Agrotis malefida), como los más dañinos.
Controlando las Agrotis
A partir del tercer estadio de larva, comienzan a cortar los tallos al ras del suelo o por debajo de la superficie, atacando las plántulas y plantas jóvenes. Es característica la rapidez y la voracidad con la que comen el cuello de las plantas hasta provocar su corte y caída. Generalmente la larva después de cortar una planta la abandona, haciendo así mucho más destructivo su ataque. Durante el día las larvas permanecen enterradas en las proximidades de la planta atacada.
El monitoreo debe detectar, antes de la siembra, malezas y plantas guachas atacadas, ya que son especies polífagas. El control a través de los barbechos químicos limita la sobrevivencia de la plaga en sus primeros estadios de desarrollo. Los mayores daños por cortadoras se producen cuando se retrasan los controles de malezas de barbecho, por lo tanto, una medida eficiente es el control temprano de malezas.
En postemergencia, el umbral de tratamiento está relacionado a la capacidad de consumo de las larvas y el tipo de cultivo. Para el maíz se recomienda el control químico con una infestación de una larva por cada 3 a 5 m2 o el 3 al 5 % de plántulas cortadas y la presencia de 3 orugas cada 100 plantas.
Umbral de daño en postemergencia: 5% de plántulas cortadas en maíz.
Recurso fago-alimentario
El agregado de azúcar en la aplicación del insecticida de contacto, cumple la función de estímulo alimentario. Las cortadoras tenderán a ingerir la parte del vegetal donde se encuentren gotas del "cebo líquido". Con ello aparte de disminuir los potenciales daños que la oruga pueda realizar antes de llegar a intoxicarse, aumentará la eficiencia de control, en menor tiempo. La recomendación para el agregado de azúcar consiste en solubilizarla previamente en un balde con agua, a razón de 1 kg cada 100 litros de caldo y agregarlo una vez cargado el equipo.
Tratamiento postemergencia
La siembra directa origina una dificultad en el control mucho mayor por la cobertura que deja, siendo un obstáculo para la llegada del insecticida a la superficie del suelo, lugar donde el producto debe tomar contacto con la plaga. El destino de la aplicación debe ser debajo del rastrojo, ya que las cortadoras no suelen deambular ni por el medio ni por arriba de este. Es recomendable realizar tratamientos nocturnos, utilizando gotas pequeñas, preferentemente utilizando pico cono hueco, agregando el cebo azucarado y aplicando con una presión ligeramente superior a lo normal. Estos aspectos marcan una diferencia en la eficiencia de la aplicación para asegurar la llegada al blanco.
La principal herramienta de control con las orugas cortadoras en la vía del contacto, es utilizar insecticidas que atraviesen la cutícula del insecto con la mayor velocidad, como los piretroides. Estos son compuestos sintéticos, altamente tóxicos para los insectos y más fotoestables, con un alto grado de lipofilicidad y poco selectivos para la fauna benéfica.
Hoy el mercado ofrece piretroides de cuarta generación, con una excepcional eficacia a baja dosis, y mayor fotoestabilidad, como el bifentrin, la cipermetrina, la deltametrina, y la lambdacialotrina. Estos se degradan rápidamente en suelo y plantas, y son fuertemente adsorbidos a las partículas del suelo, lo que resulta en baja movilidad en el mismo y es mínimo el potencial de lixiviación.
Otra opción son los organofosforados, siendo el más utilizado el clorpirifos, ya que posee una tensión de vapor elevada y se introduce fácilmente entre el rastrojo llegando a la base de las plantas cerca del suelo donde puede hacer contacto con las orugas.