tró una baja de 1,5% respecto al año pasado, con 21.316 unidades salidas de fábrica. Según informó la asociación que agrupa a las terminales locales (ADEFA), comparado con junio pasado, se logró un crecimiento de 36,1%, aunque esta cifra no es representativa ya que no todas las empresas estaban operativas ese mes y las que funcionaban recién se estaban acomodando a los protocolos sanitarios dispuestos en el marco de la cuarentena. En el acumulado de los primeros siete meses del año, con 107.755 0 km fabricados, la producción muestra un retroceso de 41% contra igual período del 2019.
También las exportaciones estuvieron condicionadas por el coronavirus. Las ventas al exterior fueron de 9.612 vehículos, un 51,7% por debajo de un año atrás, aunque crecieron 39,8% sobre junio.
Un dato importante a tener en cuenta es el de las ventas mayoristas de fábricas a concesionarias. El volumen operado fue de 22.475 0 km, un 5,5% menos que junio y 42,7 abajo sobre julio del año pasado. Este punto es importante ya que muestra que las automotrices están despachando menos unidades a la plaza de lo que demanda el mercado. Por ejemplo, el mes pasado se comercializaron unas 30.000 unidades, cerca de 8.000 más de las que las fábricas enviaron a su red. Lo que esconcen estos números es una dura pulseada entre las fábricas y sus concesionarias.
Ya en junio, las entregas de las terminales estuvieron muy por debajo de las operaciones que hicieron los dealers. Esto se debe a que las automotrices le impusieron a la red objetivos comerciales ambiciosos - para cumplir con sus necesidades de participación de mercado - que superaron el volumen de 0 km que iban a venderles. De esta manera, para cumplir con las exigencias de las terminales, los vendedores debieron liquidar parte de su stock. Se estima que una 14.000 unidades de las 37.000 que se vendieron en junio, salieron de los inventarios de la red.
El malestar en las agencia es grande ya que se vieron obligadas a vender parte de su stock al precio actual sin tener certeza a qué valores van a reponer dentro de dos, tres meses, cuando reciban nuevas unidades por parte de las fábricas. Esto se hará, seguramente, con aumentos que implicará que, en algún caso, con lo recaudado por la venta de un 0 km al público no les alcance para adquirir el mismo auto a la fábrica cuando se lo entreguen. Esta política lo que provoca es que las concesionarias se vayan descapitalizando y agrave su situación financiera. "Se están ajustando los niveles de stock a costa de nuestra situación financiera" se quejó el dueño de una importante concesionaria. Es por eso que muchos vendedores están sacando de la venta sus stocks para no perder dinero en cada operación. Algunas tienen que vender igual porque deben afrontar los gastos fijos.
Está claro que el derrumbe económico que genera la pandemia provocará una concentración de las redes de concesionarias a favor de las empresas más sólidas. Esto sucede en todo el mundo pero en la Argentina, por su economía en terapia intensiva permanente, se sentirá con mayor fuerza.
Las terminales presionan a la red porque saben que desde el Ministerio de Matías Kulfas se siguen de cerca los niveles de stock y, en basa a ese dato, son más flexibles para autorizar o no importaciones. Esto se administra a través de los permisos conocidos como SIMI. "Mientras haya stock de autos, las importaciones van a estar trabadas" explicó un operador del sector. La última estimación indicaba que había unos 10.000 vehículos parados en los puertos sin el permiso de ingreso. Paralelamente, los representantes de las concesionarias difunden informes que señalan que el stock de 0 km en el mercado ronda las 80.000 unidades, dato que genera malestar en algunos miembros de ADEFA. La lógica es que mientras no se reduzca ese stock que ya está ingresado o producido, las importaciones van a seguir trabadas.
Este es un tema clave para el sector y ocupa buena parte de las videoconferencia que se llevan a cabo en estos tiempos de pandemia, como la realizada el martes entre las terminales y la asociación que agrupa a los vendedores. Lo que está claro es que la Argentina es un país impredecible: hace seis meses sobraban autos y hoy faltan.