Raimundo Leite de Souza, un residente y líder comunitario de Bela Vista do Jaraqui, testimonia los estragos de la sequía: disminución drástica de los niveles de agua, aparición de peces muertos y escasez de agua potable, lo que llevó a su comunidad a perforar un pozo en la cuenca del Amazonas.
La sequía ha afectado no solo a las comunidades locales, sino también a la biodiversidad de la región. Ha causado la muerte de delfines de río en peligro de extinción y ha alterado gravemente el transporte, el acceso a alimentos y medicinas, así como la agricultura. Brasil, uno de los principales productores de alimentos del mundo, ha visto una disminución significativa en su pronóstico de cosecha de soja para el próximo año.
Los científicos advierten sobre las repercusiones globales de esta sequía en el Amazonas, la selva tropical más grande del mundo y un baluarte contra el cambio climático debido a su capacidad para absorber carbono y emitir oxígeno. La sequía podría aumentar la tasa de mortalidad de los árboles grandes de la selva, liberando enormes cantidades de carbono almacenado.
Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, destacó la gravedad de la situación en la cumbre climática de las Naciones Unidas COP28, sugiriendo que la Amazonia podría estar cerca de un punto de no retorno.
Los científicos predicen que la sequía actual podría debilitar la temporada de lluvias y prolongarse hasta la próxima temporada de lluvias en 2024. Algunos expertos creen que la recuperación completa de la Amazonía podría no ocurrir antes de 2026, ya que podrían ser necesarias dos temporadas de lluvias saludables para restaurar la humedad normal del suelo del bosque.
Este fenómeno se atribuye al calentamiento en el Océano Atlántico Norte tropical y frente a la costa del Pacífico de América del Sur, exacerbado por el cambio climático. La sequía ha sido denominada un "doble golpe" por Michael Coe, director del programa tropical del Centro de Investigación Climática Woodwell.
Los impactos de la sequía en la región amazónica son múltiples y devastadores. El estado brasileño de Amazonas ha declarado una emergencia pública, entregando agua potable y alimentos básicos a las comunidades afectadas y adaptando servicios como la atención médica y la educación a las nuevas condiciones. El gobierno brasileño ha prometido asistencia, pero el secretario de Medio Ambiente de Amazonas, Eduardo Taveira, señala que adaptarse a estos cambios climáticos tendrá un costo aún inimaginable.
Los costos económicos son significativos, afectando la infraestructura, la industria y la agricultura. La sequía ha llevado a muchos productores a plantar una sola cosecha al año, reduciendo significativamente la producción de soja y maíz.
La preocupación más grave es el impacto de la sequía en la selva misma. Los árboles grandes, vitales para el almacenamiento de carbono, están muriendo a un ritmo acelerado, lo que podría acelerar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Si las condiciones similares a las de la sequía se vuelven permanentes, el bioma amazónico podría perder una gran parte de su área, liberando cantidades masivas de dióxido de carbono.
Esta crisis en el Amazonas no solo representa un desafío local, sino también una amenaza global, subrayando la necesidad urgente de abordar el cambio climático y proteger los ecosistemas vitales del mundo.