Sin embargo, la realidad ha mostrado una notable resiliencia en la producción mundial de cereales y semillas oleaginosas, desafiando las expectativas iniciales de escasez.
Cuatro economistas agrícolas, Carl Zulauf de la Universidad Estatal de Ohio y Nick Paulson, Gary Schnitkey y Joana Colussi de la Universidad de Illinois, compartieron sus hallazgos en el blog del diario farmdoc, destacando esta resistencia. Según ellos, la producción global ha superado las proyecciones hechas antes de la invasión, sugiriendo que el sector agrícola mundial se adapta eficientemente a crisis adversas. Esta adaptabilidad, argumentan, se mantendrá hasta que surjan evidencias en contrario.
Para su análisis, los expertos examinaron los datos de producción de los principales cultivos entre 2017 y 2021 y calcularon el incremento promedio anual para prever las cifras de 2022 y 2023. Los resultados mostraron que las cosechas actuales han excedido estas expectativas.
Aunque la producción en Ucrania ha disminuido debido a la inaccesibilidad de una parte significativa de sus tierras, Rusia ha visto un aumento inesperado en la producción de cereales alimenticios, forrajeros y semillas oleaginosas. Los economistas plantean la posibilidad de que, al igual que el acuerdo cerealero ruso-estadounidense de los años 70 impulsó el desarrollo del sector de soja en Brasil, la actual guerra podría incentivar a Rusia a expandir aún más su producción agrícola.
Este fenómeno destaca no solo la capacidad de adaptación del sector agrícola ante circunstancias adversas sino también cómo los conflictos geopolíticos pueden tener efectos inesperados en la dinámica global de la producción de alimentos. La guerra entre Ucrania y Rusia, lejos de colapsar la producción mundial de cereales y oleaginosas, parece haber catalizado ajustes y crecimientos en áreas inesperadas.