En la Patagonia argentina, varias especies vegetales invasoras ocupan cada vez más superficie y, entre otros problemas, reducen la biodiversidad de los ecosistemas. La medida de control más frecuente es removerlas, pero resulta insuficiente y hasta puede favorecer invasiones posteriores. Por eso, un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) y el CONICET analizó cómo interactúan dos arbustos invasores -la rosa mosqueta y la retama-, con la idea de encontrar la mejor manera de controlarlos. Los resultados indican que las especies compiten y que, a la hora de combatirlas, es importante tener en cuenta el orden y el momento del año en que se las remueve.
"En la Patagonia hay grandes superficies plantadas o invadidas por pinos no-nativos -o exóticos-, que disminuyen la biodiversidad de los ecosistemas, cambian los ciclos de los nutrientes y alteran la frecuencia y la intensidad de los incendios. Por eso, una estrategia que se suele usar para controlarlos es removerlos. Sin embargo, las áreas deforestadas se vuelven susceptibles a que las invadan otras especies exóticas. A estas últimas las llamamos invasoras secundarias", explicó Agostina Torres, recientemente egresada del Doctorado en Ciencias Agropecuarias de la Escuela para Graduados ‘Alberto Soriano', de la FAUBA.
Agostina agregó que para controlar de la mejor manera a las invasoras secundarias es clave estudiar cómo interactúan entre ellas. Por ejemplo, si al interactuar se benefician mutuamente, sacar una puede ayudar a reducir a la otra, pero si compiten, al remover una se puede potenciar a la otra. "Como parte de mi doctorado, analicé la interacción entre la rosa mosqueta -Rosa rubiginosa- y la retama -Cytisus scoparius- en la Patagonia, dos arbustos exóticos e invasores que aparecen cuando se eliminan plantaciones de pino. Para eso, realicé relevamientos y estudios manipulativos".
"Como primera medida encontré que los arbustos no-nativos compiten, que lo hacen con distinta fuerza y que sólo remover uno de ellos no implica beneficiar a las especies nativas. Cuando removimos la mosqueta, la abundancia de la retama aumentó casi el 50%. En cambio, al remover la retama, la abundancia de la mosqueta no cambió, pero la cobertura de otras especies no-nativas creció un 50% y la cobertura de especies nativas disminuyó un 45%", dijo Torres, quien para su tesis contó con María Semmartin, docente de la cátedra de Ecología-FAUBA, como consejera.
"Por otro lado, observé que al remover ambas especies invasoras el orden en que lo hice influyó en cómo se desarrolló la comunidad vegetal. Cuando saqué primero la rosa, dos pastos no-nativos incrementaron su cobertura en un 80% y pasaron de ser poco comunes a dominar la comunidad. Incluso, desplazaron especies nativas. Al remover la retama tres meses antes que la mosqueta, algunas especies no-nativas se volvieron más abundantes, pero no hubo efecto negativo sobre las especies nativas".
Además, la investigadora halló que apartar las invasoras en distintos momentos del año produjo respuestas diferentes en la comunidad. En particular, vio que sacar los arbustos en el verano y en el otoño favoreció a múltiples especies no-nativas luego de dos años. "Tras la remoción en verano, 13 especies no-nativas aumentaron su cobertura, elevando al 75% la cobertura de exóticas. Incluso, desplazaron a especies importantes para la conservación como el arrayán. La remoción en otoño tuvo resultados similares, pero más leves".
Pistas para recuperar ecosistemas invadidos
Torres, quien actualmente integra el Grupo de Ecología de Invasiones del instituto INIBIOMA (UNCo-CONICET), indicó que a la hora de remover exóticas invasoras se suele considerar cómo interactúan con algunas pocas especies nativas. Sin embargo, existen otras interacciones indirectas y complejas con el resto de la comunidad vegetal de la zona. "Mis resultados sugieren que a la hora de controlar las especies invasoras hay que analizar la red completa de interacciones y también incorporar la dinámica temporal".
"Entonces, para pensar en intervenciones que tengan como objetivo recuperar la vegetación nativa es fundamental determinar qué especies remover, en qué orden realizarlo y qué momento del año", señaló la investigadora, y aclaró que, de todas formas, faltan más estudios para poder recomendar acciones específicas.
¿Lo nativo como horizonte?
Agostina Torres afirmó a Sobre La Tierra que, en términos generales, si el objetivo es conservar un ecosistema, será necesario recuperar la vegetación nativa. Sin embargo, muchas veces, las nativas tienen abundancias muy bajas o se encuentran extintas, y una especie exótica -pero no invasora- puede haber reemplazado su rol ecológico. En estos casos, eliminar la exótica significaría perder funciones en el ecosistema.
El manejo de plantas invasoras no necesariamente tiene como objetivo la conservación. "Por ejemplo, si se busca remover los pinos para realizar ganadería, algo habitual en la zona que estudié, los productores buscarán promover especies palatables para el ganado sin importar el origen de las especies", comentó, y concluyó: "La búsqueda va en función del objetivo. Si se va a favorecer una especie no-nativa, es deseable que no sea invasora, ya que si se nos va de las manos, aunque tengamos un beneficio en el corto plazo, en el largo plazo será perjudicial".