Según Ana Brach, especialista del cultivo de trigo del norte de Santa Fe y miembro del INTA Reconquista, la elección adecuada de estos factores es crucial dado el impacto directo de la temperatura y la época de siembra en la producción.
La región experimenta una disminución de precipitaciones y aumento de la variabilidad climática, especialmente de sur a norte, lo que afecta directamente a los cultivos. Brach destaca que "por cada punto que se incrementa la temperatura máxima media, se pierden aproximadamente 330 kilos de trigo". Además, un retraso en la fecha de siembra puede reducir el rendimiento en "entre 18 y 20 kilos por hectárea por día". Esto subraya la importancia de sincronizar la siembra con las condiciones óptimas.
Elegir la variedad correcta de trigo es otro aspecto fundamental. Los factores a considerar incluyen el ciclo de crecimiento, el rendimiento potencial y el comportamiento sanitario. Brach señala la utilidad de la Red Nacional de Trigo y la Red de cultivares de trigo liderada por el INASE, que proporciona información valiosa sobre las variedades y su adaptación a las condiciones locales.
Para el norte de Santa Fe, se recomienda seleccionar un cultivar cuya fecha de floración comience a partir del primero de septiembre, mientras que en el centro y sur de la provincia, la floración ideal ocurre entre el 15 y el 20 de septiembre. Esto implica que la siembra en el norte debería realizarse entre el 20 de mayo y el primero de junio para alinearse con estos períodos críticos.
El ajuste de la fecha de siembra no solo previene los efectos del calor extremo sino que también minimiza el riesgo de heladas tardías que pueden dañar el cultivo en crecimiento. Esta estrategia, basada en un profundo conocimiento de las variedades y su comportamiento en diferentes condiciones climáticas, es vital para asegurar la sostenibilidad y la eficiencia de la agricultura en la región.