Este sistema permite aprovechar los terrenos menos fértiles, transformándolos en áreas útiles para la actividad ganadera mediante el cultivo de pasturas perennes que se adaptan bien a condiciones edáficas desafiantes.
El sorgo, utilizado tanto en grano como en forraje, se presenta como una opción robusta durante el invierno, capaz de sostener altas cargas ganaderas. Sin embargo, su valor nutricional tiende a disminuir con el avance del frío, lo cual coincide con un aumento en las necesidades nutritivas del ganado por estar en las etapas finales de la gestación. Aquí es donde la avena juega un papel crucial, aportando el balance necesario entre energía y proteínas que mejora significativamente la digestión y el aprovechamiento del forraje.
Durante la Jornada Ganadera Cuenca del Salado, expertos destacaron que la avena incrementa la ingesta de materia seca y mejora la condición corporal de las vacas al parto. Además, los resultados mostraron que el ganado que accede a ambos cultivos (sorgo y avena) alcanza mejores índices de preñez y pesos al destete, en comparación con aquellos que solo consumen sorgo.
Este enfoque de manejo integrado no solo refuerza la sustentabilidad de las explotaciones ganaderas, sino que también potencia su rentabilidad al incrementar la producción de carne y mejorar la eficiencia alimenticia del ganado. La combinación estratégica de cultivos, como la avena y el sorgo, permite a los productores enfrentar los desafíos del cambio climático y las fluctuaciones del mercado con una mayor resilencia y capacidad adaptativa.