El mercado automotriz argentino atraviesa un período crítico, con un stock de autos nuevos sin vender alcanzando cifras récord en los últimos cuatro años. A pesar de los descuentos en precios de lista, la demanda sigue debilitada, complicando aún más la situación de fábricas y concesionarias. Según el SIOMAA, hasta el 31 de marzo, la acumulación de autos y vehículos comerciales livianos sin patentar alcanzó las 83.143 unidades.
Esta cifra refleja un incremento considerable, situándose como el nivel más alto desde el gobierno de Mauricio Macri, y superando incluso el pico de 2020 causado por la pandemia. Durante 2019, el nivel de stock oscilaba entre 90.000 y 120.000 unidades, pero desde 2020 había mostrado una tendencia decreciente, marcada por restricciones a las importaciones y desabastecimiento.
La situación actual muestra un contraste dramático respecto al año pasado, cuando el volumen se ubicaba habitualmente por debajo de los 70.000 vehículos. Por ejemplo, en mayo de 2022, el inventario era de 61.406 unidades, pero para marzo de 2023, este número se disparó a más de 83.000.
El impacto de esta sobreoferta es notable en los tiempos de venta: mientras que en mayo del año pasado, el stock representaba menos de dos meses de ventas, ahora equivale a más de tres meses. Fabricantes como Toyota y Volkswagen enfrentan un excedente que cubre hasta 3,5 meses de sus ventas, mientras que marcas como Chevrolet y Honda tienen incluso más tiempo de stock, llegando a cubrir hasta 10.1 meses en el caso de Honda.
Factores económicos complejos, como la devaluación del peso y una inflación superior al 10%, han exacerbado la situación, llevando a las fábricas y concesionarias a frenar la carrera por incrementar las importaciones, a pesar de la eliminación de restricciones previas. Con un mercado deprimido y niveles de precios altos necesarios para mantener la rentabilidad, la industria se encuentra en una encrucijada, debatiendo cómo equilibrar oferta y demanda sin comprometer más la situación financiera del sector.