La cadena del maní es una actividad muy trascendente en Argentina, ya que el país es el primer exportador global y resulta estratégica al tratarse de una producción de un alimento que forma parte de las denominadas economías regionales.
Desde la Cámara Argentina del Maní (CAM) se indicó que -si bien el cultivo abarca a varias provincias- la cadena es generadora de gran parte del desarrollo de la zona centro-sur/oeste de la provincia de Córdoba, que concentra entre el 75 y el 78 por ciento del área sembrada.
En la presente campaña la superficie cultivada ronda las 405 mil hectáreas, con un incremento del 7 por ciento respecto a la última campaña , según el informe semanal de Estimaciones Agrícolas de la Secretaría de Agricultura.
De acuerdo a un informe de la Fundación FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina), las exportaciones de la cadena generaron en 2021 más de mil millones de dólares, un dos por ciento de las exportaciones de las cadenas agroindustriales.
Otro dato destacable al momento de evaluar una economía regional es la generación de puestos de trabajo y los últimos informes hacen referencia a casi 12.000 trabajadores vinculados, un 65 por ciento como empleo directo y el 35 restante en forma indirecta.
De acuerdo con una encuesta de la Cámara Argentina del Maní los consumidores argentinos eligen como fruto seco preferido al maní en el 51 por ciento de los casos, las almendras en el 23, las nueces en el 21, y las avellanas en el restante cinco por ciento de los casos. El consumo en Argentina, se estima en un kilo per cápita por año.
Un valor agregado que se destaca a nivel mundial es que el maní argentino garantiza la calidad de su industrialización a través de la implementación y certificación de normas como las Buenas Prácticas Agrícolas del Cultivo de Maní y las Buenas Prácticas de Manufactura, además de otras internacionales que generalmente son auditadas por entes bajo requerimientos de las empresas Europeas.
Un monitoreo a través de diversos convenios con instituciones de investigación y la Fundación Maní Argentino permite el seguimiento anual de la producción manisera argentina, determinando la calidad nutricional del maní como alimento, así como su composición química y nutricional. Al mismo tiempo, se certifica la inocuidad del producto mediante la determinación de la ausencia de residuos de pesticidas y metales pesados.
Por otra parte, la Cámara Argentina del Maní (CAM) se propone como desafío constante la sustentabilidad ambiental, que se traduce en la implementación de buenas prácticas agrícolas, a través del uso responsable de los recursos naturales del entorno como el suelo y el agua. Esto es posible gracias a la conciencia del sector que incorpora la rotación de cultivos, incluyendo los de coberturas después de la cosecha de maní.
Una muestra de esto es la medición de la huella de carbono de la actividad manisera que permite tomar decisiones conscientes y responsables en búsqueda de la implementación de una economía circular. El uso de la cáscara de maní para la generación de energía eléctrica renovable es el claro ejemplo de que el sector manisero supo reutilizar el residuo cáscara de maní como materia prima para un nuevo proceso de producción de energía 100% limpia.
La mirada manisera hace foco en la importancia de ser responsables con el entorno y la sustentabilidad es siempre un tema de agenda.