La producción de forraje de las gramíneas puras, sin fertilizante nitrogenado, es baja: 3,58 ± 1,18 para campos naturales o pasturas degradadas; 4,18 ± 2,12 para agropiro alargado puro; 5,35 ± 1,88 para festuca alta sin leguminosas acompañantes y 5,22 ± 1,61 t de materia seca (MS).ha-1 para avena, como única especie en un verdeo de invierno. Los valores son medias ± desvío estándar entre años y se miden en el ambiente de adaptación y presencia actual de los recursos forrajeros nombrados. De allí surge que, para la región templada húmeda y subhúmeda de Argentina, para tener altas producciones de forraje en pasturas perennes y verdeos de invierno y como consecuencia elevado potencial de producción animal, en sistemas pastoriles, es necesario la presencia de leguminosas solas o consociadas con las gramíneas o la aplicación de dosis elevadas de fertilizante nitrogenado. De ese modo, satisfacer las necesidades de las plantas del principal nutriente, para su crecimiento, que es el nitrógeno (N).
La característica beneficiosa más notable de las leguminosas o fabáceas, en cualquier sistema base pasturas perennes o verdeos de invierno, es su contribución al balance positivo del N en el suelo. Esto se logra, a través de la habilidad de fijarlo de la atmósfera que tiene la asociación simbiótica planta leguminosa-Rhizobium e incorporarlo a la materia orgánica del suelo o transferirlo a la especie acompañante sin capacidad de capturarlo del aire, ya sea gramínea, compuesta o crucífera. Las principales fabáceas son, para el caso de las pasturas perennes cultivadas, para la región templado-húmeda y subhúmeda: la alfalfa, los tréboles blanco y rojo y los lotus tenuis y corniculado.
No en todos los casos es evidente la mayor capacidad de crecimiento de las pasturas mezclas comparado con las gramíneas o poáceas sin acompañante, como consecuencia del aporte en la acumulación de pasto por las leguminosas, sobre todo si las pasturas son fertilizadas con N. Las pasturas mezclas producen más que las puras de poáceas sin N, en forma similar a dosis intermedias de N en gramíneas, pero inferior a aquellas con elevadas aplicaciones de fertilizante nitrogenado. En modo parecido ocurre con la ganancia de peso vivo individual de los animales sobre las mezclas, donde suelen tener valores equivalentes a dosis moderadas o altas de N y son superiores a las poáceas monofíticas sin N (225 ± 47,3; 249 ±78,5; 247 ± 38,0 y 247 ± 71,7 kg.animal-1 año-1, para festuca alta pura sin N; festuca alta +100 kg N.ha-1.año-1; festuca alta + 200 kg N.ha-1.año-1 y para la mezcla de festuca alta + trébol blanco respectivamente). Pero sí es poco cuestionable: el balance positivo del N en el suelo y la mayor capacidad de carga de estas pasturas respecto a las gramíneas sin fertilización con N, muchas veces producto del mayor crecimiento de las poáceas por la transferencia del nutriente que fijan las fabáceas (567± 38; 772± 11; 931 ±60 y 723 ± 18 kg de peso vivo animal.ha-1.año-1, para el mismo orden de tratamientos indicado previamente). En el caso de las leguminosas su aporte al sistema aéreo logra ser el equivalente a 75-150 y a 100-350 kg N.ha-1 para pasturas de gramíneas con tréboles para los primeros datos y con alfalfa sin acompañante en el segundo, con pasturas bien balanceadas y/o con un adecuado número de plantas por unidad de superficie. En el caso de la alfalfa la fijación simbiótica representó otros 115 kg de N adicionales en el sistema radicular. En esta especie, al contrario de las pasturas base gramíneas + tréboles o lotus, el agregado de una poácea a la fabácea significa ganancias o pérdidas marginales en la acumulación de pasto y muchas veces ocasiona una disminución de la calidad del forraje, que afecta la producción animal, fundamentalmente si esta es de altos requerimientos, como la lechera.
Lo difícil es determinar la adecuada proporción que debe lograrse de los tréboles o de la alfalfa en las pasturas. Probablemente no exista "la óptima mezcla", ya que es variable según el sitio y la época, pero debe ser tenido en cuenta para minimizar el empaste. Así las proporciones bajas de tréboles, 20-30 % son ventajosas, pero muy superiores a lo que en la realidad contienen las pasturas existentes en el centro y norte de la provincia de Buenos Aires. Se determinó que el número de plantas del trébol rojo fue mucho menor a 25/m2 y la cobertura de trébol blanco más bajo de 20 % en la alta proporción de los casos analizados. Aunque muchas variables influyen en este bajo número, en las dos especies, una relación positiva fue hallada entre el contenido de la fabácea y el nivel tecnológico utilizado en la implantación, producción y utilización de la pastura por el productor.