Este informe, que se presentará durante la COP28 en Dubái, busca abordar las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la producción y consumo de carne.
La FAO, un organismo líder en la supervisión de políticas alimentarias y agrícolas a nivel global, se une a los esfuerzos por limitar la ingesta de carne como parte de una estrategia más amplia para reducir las emisiones contaminantes. Jeremy Coller, presidente y fundador de la Iniciativa FAIRR, resalta la necesidad urgente de enfocar más políticas en el sector alimentario y agrícola. Según Coller, el sistema alimentario es responsable de aproximadamente un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 40% del metano, lo que justifica su inclusión prioritaria en las políticas de mitigación del cambio climático.
Aunque se espera que estas recomendaciones no sean obligatorias, podrían influir significativamente en las políticas nacionales de países como Estados Unidos. La propuesta de reducir el consumo de carne se basa en la evidencia de que la producción ganadera, en particular la de carne roja, contribuye considerablemente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Durante años, la FAO ha promovido un cambio hacia dietas basadas en plantas, argumentando que estas tienen un menor impacto ambiental en comparación con las dietas basadas en productos animales. Esta postura de la ONU refleja una tendencia creciente hacia la consideración de alternativas alimentarias más sostenibles.
Ante esta iniciativa, el presidente del Comité de Agricultura de la Cámara, Glenn Thompson, del Partido Republicano por Pensilvania, defendió la contribución de los agricultores y ganaderos estadounidenses en la reducción de emisiones. Según Thompson, regular excesivamente a los productores en Estados Unidos no abordaría efectivamente el cambio climático global y podría, de hecho, exportar la producción a países con perfiles de emisiones peores, perjudicando la seguridad alimentaria y la asequibilidad.
Este enfoque de la ONU hacia la reducción del consumo de carne en Estados Unidos destaca la creciente preocupación por las emisiones de gases de efecto invernadero y su impacto en el cambio climático, al tiempo que plantea importantes cuestiones sobre el equilibrio entre la producción agrícola sostenible y las necesidades alimentarias globales.