A nivel mundial, la inflación es un fenómeno en retroceso, excepto en aquellas naciones que sufren desórdenes económicos significativos. La inflación erosiona los salarios, afecta a una clase media cada vez más debilitada y perjudica especialmente a los más pobres. Por eso, los gobernantes responsables de todo el mundo consideran la lucha contra la inflación como una prioridad irrenunciable. No toleran convivir con ella y toman medidas para mantenerla bajo control.
Durante la crisis del Covid-19, muchos países se vieron obligados a brindar asistencia a sus ciudadanos, lo que implicó un aumento significativo del gasto público y una emisión monetaria considerable. Sin embargo, una vez superada la crisis sanitaria, se centraron en solucionar el problema de la inflación. Tanto Europa como Estados Unidos han logrado avances sustanciales en esta batalla. Ambos países experimentaron tasas de inflación cercanas al 10% anual, pero actualmente se sitúan alrededor del 6% y 4%, respectivamente. En ambos casos, los bancos centrales han desempeñado un papel fundamental en esta tarea. Incluso China, con sus particularidades, ha logrado una fuerte desaceleración de la inflación.
Un ejemplo destacado es la política implementada por la Reserva Federal de Estados Unidos, que se basa en la credibilidad del organismo y en una serie de medidas para controlar la inflación. Durante el proceso de reducir la inflación al 4%, la Reserva Federal aumentó la tasa de interés en 5 puntos, el ritmo más rápido de incremento en cuatro décadas. El objetivo era frenar el endeudamiento, controlar el gasto y enfriar la economía sin provocar una recesión profunda. Es una tarea difícil, pero los resultados han sido evidentes. El índice de precios al consumidor en Estados Unidos ha mostrado once meses consecutivos de desaceleración. Aunque el 4% anual sigue siendo considerado alto para los hacedores de política monetaria de la Fed, se ha logrado un gran avance.
En contraste, en Argentina no está claro si el gobierno comprende la gravedad del problema inflacionario. Los datos de mayo revelan un aumento de precios cercano al 7,8%, el más alto para ese mes y para los primeros cinco meses del año desde la salida de la convertibilidad. En términos interanuales, la inflación acumula un 114%, lo que equivale a un incremento anualizado del 146%. Es evidente que se necesita tomar medidas más serias para abordar esta situación.
La región en su conjunto enfrenta desafíos inflacionarios, pero los datos de mayo demuestran que Argentina es el país con los números más preocupantes. Mientras países como Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile y Venezuela registran tasas de inflación mucho más bajas, Argentina se destaca negativamente. Es necesario reconocer la gravedad de la situación y tomar medidas efectivas para controlarla.
En resumen, la inflación sigue siendo un problema significativo en Argentina. A diferencia de otros países serios, el gobierno argentino no parece comprender la gravedad del asunto ni tomar las medidas adecuadas para combatirlo. Es necesario actuar con responsabilidad y tomar en serio el impacto negativo de la inflación en la población.