El INTA, en un esfuerzo colaborativo, brinda apoyo esencial a productores, certificadores e implementadores, enfocándose en garantizar el cumplimiento de los estándares internacionales que aseguran la inocuidad de las frutas de pepita y carozo, claves en la producción del norte patagónico.
Con 37.873 hectáreas dedicadas a la fruticultura en la región, el cumplimiento de rigurosos protocolos de calidad es imprescindible para acceder a mercados de exportación. Lucía Mañueco, especialista en riego del INTA Alto Valle, subraya la importancia de atender múltiples aspectos para la exportación, destacando la sanidad y la inocuidad como los más críticos.
El agua, esencial en el proceso agrícola, no solo debe cumplir con estándares de calidad sino también con una gestión eficiente. Desde la prevención de heladas hasta el lavado de equipos, cada gota cuenta y su análisis se vuelve fundamental. Adrián Colodner, investigador del Área de Poscosecha de Alto Valle, resalta la necesidad de una gestión sostenible y responsable de los recursos hídricos, enfocándose en evitar riesgos de contaminación microbiológica.
El Sistema Integral de Riego del Alto Valle juega un papel crucial en esta ecuación, abasteciendo a una vasta área y asegurando la disponibilidad del recurso. Sin embargo, el desafío no termina en la distribución del agua. La Estación Experimental Agropecuaria (EEA) de Alto Valle del INTA lleva casi dos décadas liderando la conformación del grupo técnico regional Patagonia de Global GAP, y desde 2017, organizando muestreos de calidad del agua.
Ayelen Montenegro, especialista en SIG y Teledetección en Alto Valle, detalla que el muestreo regional es colaborativo y cada productor se compromete a realizar tres muestras en los puntos asignados. Los resultados hasta ahora son alentadores, con la calidad del agua en general cumpliendo con los requisitos para uso agrícola, aunque se identifican áreas específicas para mejora.
En la evaluación de los criterios establecidos por la normativa de FSMA, solo un pequeño porcentaje de los puntos muestreados presentaron unidades formadoras de colonia (UFC) de Escherichia coli superiores a lo permitido, requiriendo medidas correctivas. Colodner aclara que la aplicación de un intervalo de tiempo entre el último uso del agua y la cosecha es una práctica común para garantizar la inocuidad del producto.
Mirando hacia el futuro, se anticipan cambios significativos con la nueva versión de la normativa Global Gap. Además de la calidad microbiológica, se evaluarán de manera más exhaustiva aspectos como la gestión y eficiencia del uso del agua, el impacto de los agrosistemas en los recursos naturales, y otros requisitos que responden a las crecientes demandas de los mercados y consumidores.
Lucía Mañueco enfatiza el compromiso del INTA en continuar apoyando al sector en el cumplimiento de estos estándares, ofreciendo asesoramiento técnico y asegurando que la calidad e inocuidad de los productos agrícolas cumplan con las expectativas más exigentes.