Según un informe reciente del Servicio de Investigación Económica del USDA, los costos de las semillas de soja por hectárea en Estados Unidos han registrado un aumento superior al 260% desde 1997. Bryn Swearingen y Kate Vaiknoras, quienes lideraron el estudio, revelaron que mientras en 1997 los agricultores gastaban un promedio de 48,76 USD por hectárea (19,72 dólares por acre), en 2023 esta cifra ascendió a 175,43 USD por hectárea (71,03 dólares por acre).
Este considerable incremento se observó principalmente entre 1997 y 2010, período en el que los costos se dispararon un 200%, alcanzando los 146,22 USD por hectárea (59,20 dólares por acre). De manera paralela, los costos totales de producción de soja también experimentaron un alza, pasando de 607,02 USD por hectárea (245,83 dólares por acre) en 1997 a 1.561,16 USD por hectárea (632,22 dólares por acre) en 2023.
Avances tecnológicos han jugado un papel crucial en este aumento. A mediados de los 90, la introducción de semillas de soja genéticamente modificadas transformó la industria, con tasas de adopción que aumentaron dramáticamente del 8% al 96% entre 1997 y 2002 en diferentes regiones. Hacia 2006, prácticamente el 93% de las hectáreas cultivadas en todas las regiones utilizaban estas semillas modificadas.
En años más recientes, los agricultores han tenido acceso a semillas con resistencia acumulada a múltiples herbicidas y tratadas con pesticidas, integrándose plenamente en estrategias de manejo de plagas y agricultura de precisión. Estos desarrollos han mejorado significativamente la calidad y fiabilidad de las semillas, pero también han elevado sus costos.
Sin embargo, a pesar del aumento en el costo de las semillas, las tasas de siembra han disminuido en Estados Unidos. Desde 1997 hasta 2018, importantes estados productores como Iowa e Illinois han visto caídas del 18% y 35% en las tasas de siembra, respectivamente. En 2018, las tasas de siembra más altas se registraron en Ohio, mientras que estados como Mississippi, Luisiana y Kansas mostraron las más bajas.
Este fenómeno se asocia no solo a un aumento en el uso de semillas genéticamente modificadas y tecnologías avanzadas de siembra, sino también a un incremento en el ancho de las hileras de cultivo, lo cual refleja un cambio continuo en las prácticas agrícolas. Este ajuste en las estrategias de cultivo, junto con los avances tecnológicos, ha contribuido a una transformación significativa en la industria de la soja en Estados Unidos, marcando tanto desafíos como progresos para los productores agrícolas.