Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de Brasil, los satélites detectaron 38.266 focos de incendios en la región amazónica, lo que representa más del doble de los registrados el año pasado y el nivel más alto para ese mes desde 2010.
Este aumento alarmante en los incendios se ha visto impulsado por una sequía récord, exacerbada por el fenómeno climático de El Niño y el cambio climático, dejando a la selva tropical particularmente vulnerable. Las lluvias, que llegaron tarde y fueron menos intensas de lo habitual, no lograron mitigar las condiciones extremas que han permitido que los incendios se propaguen con mayor rapidez, ardieran con más intensidad y duraran más tiempo.
Además, la deforestación en la región ha reducido la capacidad de la selva tropical para producir lluvia y humedad, creando un ambiente aún más propicio para la propagación de los incendios. Helga Correa, especialista en conservación de WWF-Brasil, señaló que los incendios en agosto se concentraron en el llamado Arco de la Deforestación, que incluye áreas como el norte de Rondonia, el sur de Amazonas y el suroeste de Pará. Este patrón indica que, además de los factores climáticos, las acciones humanas y los cambios en el uso del suelo juegan un papel central en el aumento de los incendios.
Los incendios en la Amazonia, un bioma naturalmente húmedo, suelen comenzar en ranchos de ganado, donde la selva se convierte en pastos para la cría de ganado. La combinación de clima, cambio climático y actividades humanas está impulsando esta devastadora crisis que amenaza uno de los ecosistemas más importantes del planeta.