En un contexto global donde el consumidor exige mayor transparencia ambiental y los mercados internacionales soportan sus exigencias, el nuevo informe 2025 del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA) posiciona a la carne de pollo argentina como una de las más sostenibles del mundo.
Según los resultados del Análisis de Ciclo de Vida (ACV), la huella de carbono de la producción nacional es de 1,71 kg de CO equivalente por kilo de carne de pollo en la puerta del frigorífico, y de 3,40 kg CO eq. desde la producción hasta la cocción final en el hogar del consumidor. Esto representa una mejora considerable frente a países como Italia, Francia y Brasil.
Además, la huella hídrica total se sitúa en 1,55 m³ eq. de agua por kilo de carne, destacando el peso que tiene el uso domiciliario (63,21% del total) en el resultado final. "El consumidor es responsable de casi un tercio de las emisiones totales. Su rol es clave", remarcan desde CEPA.
Comparativa global: ¿cómo estamos?
Frente a los datos relevantes en países como Italia (5,52 kg CO eq/kg en frigorífico) o Francia (4,02 kg CO eq/kg), los valores locales son significativamente más bajos. Incluso superan en eficiencia a Brasil, donde el valor es de 2,75 kg CO eq/kg en frigorífico.
Este desempeño se debe a una combinación de eficiencia productiva, menor uso de recursos fósiles y decisiones logísticas estratégicas. No obstante, el informe también marca oportunidades de mejora en el origen de las materias primas, el tipo de cama utilizada para los pollos (viruta vs. cáscara de arroz) y el aprovechamiento energético.
¿Qué se podría mejorar?
CEPA también evaluó escenarios hipotéticos de reducción del impacto ambiental. Si se reemplazara el 60% de la matriz energética actual por energía solar, las emisiones de gases de efecto invernadero caerían un 5,6%, y la huella hídrica se reduciría casi un 25%.
Además, se advierte sobre el uso del embalaje y su disposición final, que representa el 45% de las emisiones cancerígenas asociadas al ciclo de vida completo..
Una oportunidad frente al mundo
En un mercado global cada vez más exigente, la industria avícola argentina tiene en sus manos una oportunidad estratégica: certificar y comunicar su ventaja ambiental como argumento comercial de peso. No es solo una cuestión de sostenibilidad: es una cuestión de competitividad.