Ninguna novedad si decimos que la Argentina esperaba 44 millones de toneladas de soja y terminará contando con menos de la mitad de eso. El país tiene un cluster que procesa la oleaginosa con una capacidad instalada enormemente superior a ese número, habituado a moler entre 36 y 40 millones de toneladas, consagrado como el primer exportador mundial de derivados de la oleaginosa. El divorcio entre ambos números habla del desasosiego que está situación genera en toda la cadena.
El primer dato que surge en busca del contexto general derivado de esta realidad llega desde el mundo desarrollado. Los precios de la soja no están volando ni mucho menos como consecuencia del escenario que enfrenta la Argentina. Y más allá de la harina y el aceite que Brasil y Estados Unidos puedan generar para cubrir nuestra coyuntural menor presencia en el mercado global, los comentarios apuntan a un escenario que tiene una solución al alcance de la mano.
La referencia es a la megacosecha brasileña y sus bajos precios, lo que a criterio de especialistas como Dante Romano y otros permitirían colocar el poroto verdeamarillo en las fábricas locales más barato que la soja que se ofrece fronteras adentro. Así, los analistas estadounidenses y los inversores en Chicago han ido dejando de darle trascendencia al tema.
De hecho entre enero y abril la Argentina habría importado algo menos de 3 millones de toneladas desde Paraguay y Brasil, por encima de las 890.000 toneladas ingresadas en el mismo periodo de 2022. Se estima que durante el ciclo se traerán de ambos países unos 11 millones de toneladas de soja.
La menor disponibilidad de soja se mezcla con un escenario internacional que no es el mejor para los aceites vegetales. La Bolsa de Rosario refleja una importante baja en los precios de exportación del aceite y la harina de soja desde nuestros puertos. Los valores del aceite vienen en una pendiente en Chicago que ya lleva varios meses. Al poroto no le va mucho mejor, después de una megacosecha brasileña a la que seguiría una muy buena producción en Estados Unidos y probablemente otra gran cosecha sudamericana detrás, de la mano de El Niño.
S&P Global Commodity Insights advierte sobre serios contratiempos para las molturadoras argentinas en el segundo semestre del año, con volúmenes procesados para 2023 por debajo de los 30 millones de toneladas. Gregory Heckman, director ejecutivo de Bunge Ltd., profundiza la incertidumbre del momento. "Vimos que la soja se movía tempranamente de Brasil hacia la Argentina; eso no durará eternamente, la segunda mitad del año será difícil para este país".
Da para creerle, porque aparecen otro tipo de inconvenientes ciertamente inquietantes, por ahora de manera incipiente. Se habla de una aceitera que suspenderá extras y piensa frenar la producción hasta el mes de octubre. Acopios que empiezan a tener problemas para afrontar sus compromisos. Agronomías que van a convocatoria. La seca y la presión tributaria sobre el agro empiezan a dejar heridos y lesionados por doquier.
La Sociedad Rural de Rosario hace referencia a una catástrofe para el sector y la cadena productiva. Menciona 21 mil millones de dólares que se invirtieron y no se van a recuperar, luego de años de desfinanciamiento provocado por la confiscación que realiza el Estado sobre los ingresos del campo. Desde luego también enfatiza sobre la necesidad de derogar cuanto antes la Resolución del Banco Central A7720, que impide acceder a créditos con tasas subsidiadas a aquellos productores que tengan más del 5% de soja en existencia, o bien hayan vendido cereal en los planes dólar soja I, II y dólar agro. Es un despropósito sin dudas.
Por su parte, ruralistas bonaerenses hacen mención a la obligación de posponer compromisos y refinanciarlos. Vencimientos de tarjetas y créditos ligados a la compra de insumos que no pueden afrontarse por ahora. Inconvenientes incluso en el pago de los alquileres. Empresas que tomaron compromisos a cosecha, pero la cosecha no está. El tirón hasta el trigo será interminable, en el caso que se lo pueda sembrar, claro.
La Argentina es un descalabro. Cada habitante está abocado a pensar en cómo va a sobrevivir una semana más. Al gobierno lo único que le importa del campo es cuánto aportara este año. El agro está solo en esta parada brava. El único soporte a la vista puede venir de los proveedores de insumos, que van a tratar de apuntalar el edificio, después de todo son parte de un negocio cuya supervivencia depende del productor.
Los ruidos en la cadena, con su probable sucesión de quiebras, no harán otra cosa que seguir complicando a los pueblos del interior. Fleteros, estaciones de servicio, talleres y todo tipo de comercios tendrán que bailar con la más fea. Si esto está así en plena cosecha, imaginemos el panorama en algunos meses más.
Incluso la industria metalmecánica ha prendido luces amarillas. Desde la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola se indicó que la situación del sector agropecuario genera preocupación por el riesgo de pérdida de puestos de trabajo tras una época sostenida de aumento en la contratación de personal. Están hablando con la banca pública y privada para conseguir financiamiento.
¿Y el dólar agro? Romano dice que los compradores levantan la puntería poniendo mayor margen en la soja, con el convencimiento de que luego será más difícil conseguir el poroto, y además como una forma de sacarse de encima los pesos. Esto también genera recompras en el mercado diferido. La gran duda es si el productor local convalidará bajas de precios más adelante, ya que el comprador no está dispuesto a trabajar a pérdida si puede conseguir granos más baratos en otros orígenes.
El analista destaca el flojo derrotero de esta movida, que hasta acá ha cosechado alrededor del 50% del monto que se supone esperaba el gobierno. Menciona la posibilidad de una devaluación del tipo de cambio oficial más rápida. "Si eso pasa, muchos pueden pensar que no tiene sentido vender grano ahora bajo este sistema. Es un error: lo mejor sería acceder a vender hoy granos a 300 $/USD y colocar ese dinero en dólar oficial a 220 $/USD".
La crisis es enorme. Una ruleta rusa, de momento. Otros escenarios parecidos han disparado grandes cambios en el país. Hacemos votos para que así sea.