A pesar de adaptarse bien a condiciones de sequía, la oleaginosa no se benefició este año de las condiciones climáticas adversas, marcadas por estrés termo-hídrico en enero y febrero que disminuyeron los rendimientos especialmente en regiones como NEA y Buenos Aires. Contrario a lo sucedido durante el fenómeno de La Niña el año pasado, este año el cultivo sufrió por la falta de agua y altas temperaturas durante fases críticas.
El Gobierno Nacional, por su parte, reportó una disminución interanual del 14%, estimando la cosecha en 4,3 millones de toneladas. Esta variabilidad en los rendimientos destaca la vulnerabilidad del girasol a eventos climáticos extremos, a pesar de su resistencia conocida a la sequía. Los expertos recomiendan la revisión de estrategias de manejo y siembra para enfrentar estos desafíos climáticos y asegurar una producción más estable en el futuro.