La fiebre aftosa vuelve a encender alarmas en Europa. Luego de casi cuatro décadas sin brotes importantes, la enfermedad viral reapareció en el continente, y esta semana Eslovaquia declaró la emergencia sanitaria tras la detección de cinco focos en establecimientos bovinos.
La situación comenzó a escalar tras los casos registrados en enero en Alemania y a inicios de marzo en Hungría. Ahora, Eslovaquia confirmó tres focos iniciales en el distrito de Dunajská Steda, en la región de Trnava, cerca de la frontera con Hungría, y horas más tarde, otros dos brotes: uno en Galanta (oeste del país) y otro nuevamente en Dunajská Steda.
El Gobierno eslovaco decidió avanzar rápidamente: se suspendieron todos los movimientos de animales susceptibles, se prohibieron concentraciones ganaderas y se sacrificaron más de 1.400 bovinos como medida preventiva. También se ordenó el cierre del comercio de productos vacunos para evitar que la epidemia se extienda hacia países vecinos como Polonia, uno de los mayores exportadores de carne de la UE.
Las autoridades aplicaron además un radio de control de 3 a 10 kilómetros en torno a los focos, conforme lo indica la legislación sanitaria comunitaria. Actualmente, casi 2.800 cabezas de ganado han sido afectadas, sobre una población nacional estimada de 400.000 animales.
Si bien aún se desconoce el serotipo del virus identificado en Eslovaquia, los expertos trabajan para determinar si hay vínculo con los casos anteriores. Hasta el momento, no se ha establecido conexión entre los focos registrados en Alemania y Hungría, lo que genera preocupación por una posible diseminación independiente y más amplia.
El brote en Hungría se localizó en Gyr, muy próximo a la frontera eslovaca, mientras que el caso alemán afectó una explotación de búfalos cerca de Berlín en enero. Desde entonces, se mantiene vigente una zona de restricción en esa región, que se levantaría recién el 11 de abril.
La Administración Estatal Veterinaria y Alimentaria de Eslovaquia (SVPS) y el Ministerio de Agricultura ya estiman pérdidas económicas por 10 millones de euros, lo que refleja el fuerte impacto de este brote en el sector ganadero.
El avance de la fiebre aftosa obliga a reforzar los sistemas de alerta temprana, trazabilidad y bioseguridad en toda Europa, en un contexto de mayor movilidad comercial y riesgos sanitarios transfronterizos.