La alfalfa ha sido históricamente el cultivo forrajero más importante en Argentina, sin embargo, en los últimos años ha enfrentado una disminución en el consumo de semillas debido a la competencia con los cultivos agrícolas en las mejores tierras. A pesar de esto, la alfalfa continúa brindando valiosos servicios a la agricultura y al ambiente, como la producción de forraje de calidad para la alimentación del ganado, la fijación de nitrógeno, la reducción de la erosión y el transporte de nutrientes en el suelo. Además, su uso se ha expandido hacia la alimentación humana y las industrias cosméticas y farmacéuticas, generando nuevas oportunidades de desarrollo.
Los resultados de los últimos 10 años muestran variaciones en la acumulación de biomasa de la alfalfa en diferentes regiones de Argentina. Se observa una tendencia lineal positiva en el rendimiento de biomasa, impulsada en gran medida por mejoras genéticas que han incrementado la productividad en un 64% en las últimas cuatro décadas. Sin embargo, eventos climáticos extremos como sequías y excesos hídricos han afectado la productividad y la persistencia de la alfalfa a mediano plazo. El cambio climático y sus efectos también plantean desafíos en el comportamiento de los insectos y las enfermedades asociadas al cultivo.
A pesar de los desafíos, Argentina ha logrado consolidarse como un importante exportador de alfalfa en forma de pellets, megafardos, cubos, balanceados y harinas. Sin embargo, es necesario implementar un plan estratégico para organizar la cadena de valor y aumentar la elaboración de forraje conservado de alta calidad y otros productos con mayor valor agregado. Esto implica establecer capacidades de producción por zona, implementar procesos industriales innovadores, mejorar la logística y promover estándares internacionales de calidad. Además, se deben considerar estrategias de diversificación del producto para evitar la sobreacumulación en el mercado interno y satisfacer la creciente demanda global.
En conclusión, el cultivo de alfalfa en Argentina ha enfrentado desafíos y aprovechado nuevas oportunidades en los últimos años. Su importancia como forraje de calidad y sus usos en diferentes industrias le brindan potencial de crecimiento. Sin embargo, es necesario adaptarse al cambio climático, mejorar la cadena de valor y promover la calidad y diversificación del producto para garantizar un desarrollo sostenible y competitivo en el mercado global.