No es un secreto: la mayoría en los sectores financiero e industrial de Brasil sienten aversión por el candidato de izquierda y expresidente Lula da Silva. El plan económico neoliberal de Jair Bolsonaro, diseñado y ejecutado por el ministro de Economía Paulo Guedes, selló una alianza entre el mercado y el presidente ultraconservador que no entiende de líneas rojas, o al menos así parecía.
Pero la rampante retórica golpista del mandatario alejó a sectores que, en el pasado, militaron activamente contra los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), como la poderosa Federación Industrial de San Pablo (Fiesp), y la Federación Brasileña de Bancos (Febraban) que se sumaron, en agosto, a la inédita movilización por la democracia , un acto que generó ira en el bolsonarismo.
Esas voces disonantes - aunque escasas ante la amenaza que representa Bolsonaro a las instituciones democráticas con sus constantes ataques- presentan un escenario impensado cuatro años atrás y que Lula da Silva trató de capitalizar con un plan que combinó un discurso moderado, un intento de acercamiento a los empresarios y la elección de Geraldo Alckmin como compañero de fórmula.
No es casual que una de sus últimas actividades antes de que Brasil ingrese en el período de veda haya sido una cena con una decena de granes empresarios a los queprometió un diálogo franco en caso de volver al poder.
El socialdemócrata Geraldo Alckmin ha sido su interlocutor con el mercado, que se siente más cómodo con la idea de negociar con él futuras políticas financieras para consolidar la reactivación de la primera economía de América Latina. Se sabe que entre el empresariado y la banca hay quienes se entusiasman con la posibilidad de que el exgobernador de San Pablo (PSDB) ejecutédos funciones en un eventual gobierno: la de vicepresidente y la de ministro de Economía.
Los gestos y la moderación de Lula, que saltó a la política desde la actividad gremial, no terminan de convencer a la mayoría de los empresarios, quienes le reprochan su cercanía a los trabajadores y su defensa de los derechos de los pueblos indígenas, entre otros.
De acuerdo a Datafolha, el 70% del empresariado siente rechazo por el expresidente y favorito para las elecciones del domingo, las más polarizadas en la historia brasileña.
Jair Bolsonaro, en cambio, pagó con hechos las promesas que realizó en su anterior campaña electoral: privatizaciones, reforma previsional y sinfín de medidas para el agronegocio, su base sólida dentro del mundo empresario.
El mismo sondeo de Datafolha da al mandatario ultraconservador una preferencia del 62% en el voto empresarial, muy por arriba del 24% de su rival que logra Lula da Silva.
Bolsonaro y su alianza con el agro
La relación de Jair Bolsonaro con el agronegocio es en el mundo empresarial de Brasil lo que su vínculo con el voto evangélico dentro del espectro religioso: una sinergia casi absoluta.
El sector, que aporta alrededor del 28% del PBI brasileño, obtuvo del gobierno grandes beneficios, como la anulación de las políticas de protección en la Amazonia, que permitieron la extensión del uso de la tierra; el desmantelamiento de programas de agricultura familiar heredados de las administraciones petistas -base de su éxito en la lucha contra el hambre-, que facilitó el redireccionamiento de fondos; y la flexibilización del uso de armas en zonas rurales.
Como una postal de ese matrimonio, tractores desfilaron en los festejos del Bicentenario de la Independencia de Brasil y el mayor donante privado de la campaña bolsonarista es el productor Oscar Cervi.
ia, DF, 10/agosto.
- Confederação Nacional da Agricultura.
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- Jair M. Bolsonaro 22 (@jairbolsonaro)August 10, 2022
En la vereda de enfrente, Lula da Silva alineó su retórica con Europa y el progresismo ecologista latinoamericano y prometió reducir la deforestación en Brasil en un plazo de cuatro años para frenar el cambio climático.
La respuesta desde la poderosa Confederación Nacional de Agricultura (CNA) fue categórica : un acto con Jair Bolsonaro en el que su titular, João Martins, aseguró que "no hay más espacio en este país para un equipo corrupto e incompetente, y mucho menos para el regreso de un candidato que fue procesado y arrestado como ladrón".
El extremismo de Jair Bolsonaro también halló un reducto de tierra fértil entre algunos empresarios que, de la mano de su ferviente seguidor Luciano Hang (almacenes Havan), comentaron en un grupo de WhatsApp las bondades deorganizar un golpe de Estado en caso de que Lula da Silva vuelva a la Presidencia.
"Yo preciso de ustedes para acabar con la miseria en Brasil, que no es un problema solo mío", clamó el líder de izquierda en su reunión con empresarios. Por el momento, todo indica que emprenderá esa enorme tarea en solitario.