La dinámica de la población de plantas (pl.) de alfalfa tiene su propia característica, ya que es una especie que presenta una evolución cerrada, es decir: poco tiempo después de la siembra se alcanza un número máximo de unidades de crecimiento, que luego disminuye con el tiempo, en forma más o menos acelerada. Esto último, depende del comportamiento del cultivar, del ambiente: factores bióticos (asociación simbiótica, plagas, malezas y enfermedades) y abióticos (estrés hídrico por exceso o déficit, salinidad y sodicidad) y del manejo (momento, intensidad y frecuencia de la defoliación). Además, la probabilidad de resiembra natural como mecanismo para mantener altos niveles productivos, en la región pampeana bajo pastoreo/corte en condiciones de uso normales, es nula o baja. No ocurre lo mismo en lotes destinados a la producción de semilla, donde es posible la resiembra en cultivos distanciados y sobre todo en suelos de textura gruesa, pero también es conocido el efecto negativo que tienen los individuos adultos sobre el desarrollo de los recién emergidos, que impide que estos progresen cerca de los establecidos. Por lo consiguiente, para la utilización común de la especie como forraje, el logro de un número mínimo de individuos que permita expresar la potencialidad de un ecosistema es una condición básica durante la implantación de una pastura perenne (PP).
La relación entre la densidad de la población y la producción de una PP puede ser explicada a través del mecanismo de compensación: tamaño/cantidad de unidades funcionales. De acuerdo a este concepto, una productividad determinada puede lograrse con una PP con muchos organismos de escaso tamaño o viceversa con pocos pero grandes. En una condición de equilibrio, esta proporción se denominada ley de auto raleo. Sin embargo, durante el establecimiento de una PP se suceden una serie de fases previas antes de llegar a esa relación. En una PP, luego de la implantación, ocurre un rápido crecimiento del número y del tamaño (Fase 1). A posteriori, la aparición de nuevos especímenes se detiene y aumenta la acumulación de la fitomasa aérea, hasta el límite plástico del tamaño de tallos/plantas que puede alcanzar la especie (Fase 2:"techo morfológico"). A partir de este punto, el incremento del tamaño es compensado con una pérdida del número de los mismos (Fase 3: "techo ambiental"). Por último, se presenta un área definida con un aumento de productividad y disminución de individuos con una pendiente menos pronunciada (Fase 4). Desde el punto de vista práctico resultaría útil determinar, para un medio en particular, la aplicación de este concepto a fin de definir el número necesario de esta leguminosa, para expresar la potencialidad de un ambiente y un uso dado a la PP.
En el caso de la densidad de siembra, intervienen varios factores que darán lugar al resultado obtenido, ya que el objetivo es lograr un conjunto de plantas adecuado, en forma rápida en el establecimiento de la PP. Si bien la tasa de siembra puede tener una respuesta sobre el stand instalado, existen compensaciones entre el tamaño y la cantidad que determinan que las diferencias en el rendimiento de forraje sean de menor magnitud. En suma, a medida que aumenta la población inicial se incrementa la mortalidad de las mismas, por la mayor competencia entre las unidades de la leguminosa, tendiendo a medida que pasa el tiempo a estabilizarse en valores similares. Por estas razones densidades muy elevadas pueden tener un efecto menor e incluso negativo, teniendo en cuenta el debilitamiento de cada unidad que se suele observar por excesiva competencia y por otra parte la elevación del costo por mayor necesidad de semilla. Para la región pampeana húmeda en PP puras de alfalfa un stand inicial de alrededor de 250 pl.m2 a los 90 días desde la siembra es considerado excelente para lograr PP productivas. En las mezclas asociadas de alfalfa y festuca alta la población objetivo a lograr a los 90 días sería de 180-200 pl.m2 para la leguminosa y alrededor de 120-150 pl.m2 para la festuca, dependiendo si es tipo continental o mediterránea, ya que las primeras tienen una mayor capacidad de ocupar el espacio libre de suelo.
Más allá de lo logrado en el inicio de la PP, en los experimentos se comprueba que a medida que avanza el desarrollo de la alfalfa monofítica es deseable que en el otoño siguiente, al año de la implantación se tengan 120-150 pl.m2, a la primavera siguiente al menos 80-100 pl.m2 y a partir del comienzo del tercer año 50-80 pl.m2, logrando estabilizarse en 30-50 pl.m2 en un adecuado alfalfar en el cuarto año. Por debajo de 30 plantas por metro cuadrado es frecuente que no justifique la permanencia de la pastura, al menos cuando es un cultivo puro.