Un reciente estudio publicado en la revista Science advierte sobre el rápido crecimiento de estas sequías plurianuales y sus devastadores efectos en la agricultura, el acceso al agua y la seguridad alimentaria.
Investigadores del Instituto Federal Suizo (WSL) han identificado que en los últimos 40 años, las megasequías han impactado regiones de América, África, Asia, Europa y Oceanía. Mongolia, el sureste de Australia y el oeste de Estados Unidos son algunas de las áreas más afectadas. La sequía más prolongada detectada ocurrió en la cuenca oriental del Congo, durando una década y afectando un área de casi 1,5 millones de kilómetros cuadrados.
"La extensión de estas sequías está aumentando anualmente en un área equivalente al tamaño de Suiza", advierte Liangzhi Chen, autor principal del estudio. Esta expansión está generando impactos cada vez más graves en comunidades y sectores productivos clave, desde la minería hasta la producción de alimentos.
Efectos devastadores en el planeta
Las megasequías están provocando incendios forestales de gran escala, crisis agrícolas y crisis hídricas. En Chile, por ejemplo, una sequía que comenzó en 2010 ha llevado al racionamiento de agua en la capital, Santiago, y ha obligado a grandes compañías, como Antofagasta y Google, a reducir sus operaciones debido a la escasez del recurso hídrico.
A nivel global, la falta de agua está impulsando la migración forzada cinco veces más que las inundaciones, según datos del Banco Mundial. En países de ingresos bajos y medios, las sequías recortan más de medio punto porcentual del PIB en promedio, debilitando economías ya vulnerables.
Un futuro incierto
Los científicos coinciden en que, si no se implementan medidas de mitigación, el calentamiento global seguirá intensificando estos eventos extremos. "Las consecuencias van desde la pérdida de biodiversidad hasta crisis económicas prolongadas", explica Francesca Pellicciotti, coautora del estudio y profesora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria.
Para frenar el impacto de las megasequías, los expertos recomiendan una mayor inversión en infraestructura hídrica, estrategias de conservación de agua y un enfoque global para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. De lo contrario, la tendencia apunta a un futuro donde la escasez de agua se convierta en una de las principales amenazas para la estabilidad mundial.