Las autoridades, mientras tanto, continúan luchando contra las llamas, alimentadas por altas temperaturas y fuertes vientos.
Los incendios, que estallaron en el centro de Chile a finales de la semana pasada, se intensificaron durante el fin de semana, afectando gravemente a las ciudades costeras de Viña del Mar y Valparaíso. Hasta el momento, se reportan cientos de personas desaparecidas y alrededor de 14,000 viviendas dañadas.
Imágenes capturadas por drones de Reuters en Viña del Mar muestran una visión desoladora: barrios enteros reducidos a cenizas, residentes buscando entre los escombros de sus hogares destruidos, y coches calcinados bloqueando las carreteras. Una residente de Viña del Mar, Jesica Barrios, describió la escena como "estar en el infierno", con el cielo ennegrecido por el humo y vientos que parecían huracanes.
La noche del domingo, el viceministro del Interior, Manuel Monsalve, informó que había 165 incendios activos, un aumento respecto al día anterior. Se impuso un toque de queda en las regiones más afectadas, y el ejército fue desplegado para apoyar en los esfuerzos de contención del fuego. Aunque las temperaturas han bajado ligeramente, Monsalve advirtió que se seguirían enfrentando "temperaturas altas, pero no extremas".
En medio de este escenario, la Policía de Investigaciones (PDI) de Chile está investigando si algunos de los incendios fueron iniciados deliberadamente. Dos sospechosos han sido detenidos bajo esta sospecha, según informaron medios locales el lunes.
Este desastre ocurre en un contexto donde Chile, al igual que Argentina y otros países del cono sur de América del Sur, ha experimentado una severa ola de calor. Expertos advierten que este tipo de eventos se volverán más comunes durante los meses de verano del hemisferio sur debido al cambio climático y fenómenos como El Niño, que elevan la temperatura del Océano Pacífico.
En medio de la tragedia, historias como la de María Soledad Suárez emergen, recordando la vulnerabilidad humana frente a desastres naturales. Suárez y su esposo habían preparado provisiones para un desastre, aunque esperaban un terremoto y no un incendio. Sus preparativos, que incluían tres refrigeradores llenos de alimentos, quedaron en nada: "Todo se perdió. Todo se quemó".