Desde las tierras altas de Minas Gerais hasta las extensas sabanas de Bahía, el cultivo de café en Brasil está viviendo una transformación profunda. En un contexto marcado por sequías cada vez más frecuentes, la necesidad de garantizar la producción ha impulsado la adopción de sistemas de riego de alta tecnología. Plantaciones como Joha, con más de 900 hectáreas de cafetos irrigados, se convierten en un modelo de eficiencia y resiliencia ante el cambio climático. Este modelo, sin embargo, plantea también interrogantes sobre el uso intensivo del agua y la sostenibilidad a largo plazo.
El caso de Joha es emblemático. Mientras muchas fincas cafetaleras en Brasil sufren caídas significativas en el rendimiento por la falta de lluvias, esta mega plantación ubicada en el oeste de Bahía espera duplicar la media nacional de producción: hasta 80 sacos por hectárea. Este récord se logra gracias al uso de sistemas pivotantes de riego que permiten mantener los cultivos hidratados hasta 20 horas al día, algo impensado para gran parte de los productores tradicionales.
La clave está en el agua. Mientras el oeste de Bahía se asienta sobre el acuífero Urucuia, una fuente estratégica que aún conserva buena disponibilidad, en zonas clásicas como Minas Gerais los niveles freáticos han descendido drásticamente, obligando a perforaciones de hasta 300 metros de profundidad. Esto encarece y complica el acceso a un recurso vital para sostener la producción cafetera.
Según el investigador Rodrigo Paiva, de la Fundación Procafé, los déficits hídricos registrados en 2023 y 2024 son "alarmantes", alcanzando hasta 300 mm de agua faltante en regiones clave del sur de Minas, frente a una media histórica que solía presentar superávits.
A esto se suma otro desafío: el costo de la tecnología. Un sistema de riego pivotante puede costar hasta 1,5 millones de reales, mientras que los sistemas de goteo rondan los 40.000 reales por hectárea. No todos los productores están en condiciones de afrontar estas inversiones, aunque cooperativas como Cooxupé ya promueven alianzas con empresas de Israel como Netafim, para facilitar el acceso al riego financiado con sacos de café.
Pero no todo pasa por el agua. Expertos agrónomos como Hugo Guimarães de Oliveira insisten en combinar el riego con prácticas de agricultura regenerativa, mejorando el suelo y renovando plantaciones con variedades más resistentes y productivas.
En paralelo, se observa un crecimiento acelerado de la infraestructura: solo entre 2022 y 2024, la cantidad de pivotes de riego en Brasil creció un 14%. El oeste de Bahía lidera esta expansión, donde ya se proyecta triplicar la superficie irrigada actual, alcanzando hasta 1 millón de hectáreas.
Este cambio de paradigma también tiene efectos en el mercado global. Brasil representa el 35% del consumo mundial de café y, por cuarto año en seis, se espera que la demanda global supere la oferta. La consecuencia inmediata: precios internacionales en alza y una cadena de valor tensionada que afecta desde productores hasta consumidores finales.
El futuro del café brasileño dependerá, cada vez más, de la capacidad de innovar, gestionar los recursos hídricos y adaptarse a una nueva realidad climática que ya no perdona a la agricultura tradicional.