15 Sep 2021
Un informe del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar, en la provincia de Buenos Aires, confirmó la alta probabilidad de ocurrencia del fenómeno La Niña para el trimestre, lo que indicaría una marcada persistencia del actual déficit hídrico, y los expertos analizan cómo reducir el impacto del clima en los cultivos de verano, se informó oficialmente.
La investigadora del INTA General Villegas, Buenos Aires, Mirian Barraco, señaló la importancia de medir y conocer la cantidad de agua almacenada en el perfil de suelo y la profundidad y calidad de la capa freática, ya que "esta evaluación cuantitativa permite diseñar pautas de manejo que optimicen su uso en los sistemas de producción y, así, evitar pérdidas".Por su parte, Horacio Videla Mensegue -investigador y extensionista del INTA Laboulaye, Córdoba- reconoció que el agua es un factor "clave" que condiciona los rendimientos de los cultivos en la región mediterránea, y remarcó que "antes de planificar una estrategia de siembra es importante tener en cuenta la disponibilidad de los recursos agua y nutrientes que se tienen en el suelo para identificar el potencial de rinde de cada ambiente".
Una estrategia clave para reducir el riesgo de pérdida en años con alta probabilidad de estrés hídrico, como ocurre en eventos Niña, es la diversificación, tanto de cultivos como fechas de siembra, así como estrategias de manejo defensivos en ambientes con restricciones.
La siembra de varios cultivos permite tener más flexibilidad y adaptabilidad para las situaciones de estrés que pueden ocurrir. aseveró el INTA en un comunicado.
Videla sostuvo que "es importante saber para cada zona cuándo ocurren los principales períodos de estrés hídrico y, al momento de la siembra, qué cantidad de agua hay disponible en el suelo, la presencia de napas, así como la cantidad de nutrientes".
Los especialistas coincidieron en que uno de los principales manejos defensivos ante el déficit hídrico es demorar la fecha de siembra, tanto sea en las rotaciones con soja o maíz, así como tener precauciones con los cultivos de cobertura, pensando en cortar el consumo de agua en el suelo más temprano para no afectar el rinde de la soja o el maíz.
En el caso del maíz, Barraco explicó que, generalmente cuando hay poca agua en el suelo y los perfiles están complicados, es aconsejable sembrar de manera tardía, es decir a fines de noviembre-diciembre, y "esta estrategia busca evitar que el cultivo se quede sin agua a mitad de camino, justo cuando el maíz florece".
Otra opción viable es la de reducir la densidad de siembra a fin de bajar la demanda de agua y nutrientes del cultivo. "En la región se realizaron varias experiencias con manejo de densidad y fertilización nitrogenada variable de acuerdo al potencial del ambiente, que nos permiten afirmar que es una tecnología de muy alto impacto para asegurar estabilidad en el rendimiento de maíz", aseguró.
En cuanto a la soja, Barraco aconsejó para que en lotes con buena condición hídrica se puede sembrar a fines de octubre para que el período critico ocurra en la mejor condición de radiación, pero en lotes con recargas pobres o con poca influencia de napa es recomendable retrasar la fecha de siembra para que el periodo critico no coincida con enero, época de mayor déficit en los años Niña.
Fuente: Telam