Desde mayo hasta agosto, varias de las principales zonas agrícolas han experimentado las condiciones más secas desde 1981, según el centro Cemaden. La situación se agrava, ya que no se esperan lluvias en las próximas dos semanas, justo cuando los cafetales deberían florecer y los productores comenzar a sembrar soja.
Este clima extremo no solo afecta a la producción local, sino que también genera riesgos para el suministro global, en un mundo cada vez más dependiente de Brasil para obtener café, azúcar y soja. Los futuros del café arábica, por ejemplo, ya han subido un 30% este año, y la situación en Brasil podría empeorar la tendencia.
Además de los efectos de la sequía, los incendios forestales en los campos de caña de azúcar la semana pasada obligaron a las comercializadoras a revisar a la baja las previsiones de producción. Las pérdidas en la floración del café y los retrasos en la siembra de soja podrían tener un impacto duradero en la economía agrícola del país.
Este panorama desafiante también añade presión financiera a los agricultores brasileños, quienes ya enfrentan la caída en los precios de sus productos.