Durante el gobierno de Carlos Menem se tomó la decisión de eliminar las retenciones, este impuesto distorsivo y el efecto fue realmente positivo. Ante las intenciones del gobierno de Javier Milei de eliminación de los derechos de exportación (DEX) al sector agropecuario [Luis Caputo, por ejemplo, dijo que se avanzará cuando haya superávit sostenido ], la mencionada experiencia de los años 90 debería ser tomada en cuenta y tratar de acelerar la toma de esta decisión tan importante para el país y para el propio Gobierno, ya que el efecto multiplicador que generará en la actividad económica y en los saldos exportables será enorme.
Si comparamos la situación de la década de los 90 con la actual, se puede decir que los efectos favorables para el crecimiento de la actividad agropecuaria y sus resultados serán mucho mayores pues la disponibilidad actual de las nuevas tecnologías en el sector así lo permitirán.
Sabemos muy bien que el productor agropecuario argentino está siempre ávido de aplicar tecnología en sus empresas y las diferencias que se obtengan de mayor rentabilidad por la eliminación de las retenciones serán invertidas en sus respectivas actividades con los resultados indicados. Las retenciones a las exportaciones en la Argentina constituyeron el principal problema para la introducción de tecnología en la producción agrícola.
En 1989 teníamos desde el 33 hasta el 44% de retenciones y a partir de 1990 comenzaron a bajar hasta caer al 0%, con relación a casi todos los cultivos. Esto coincidió con la estabilidad económica acompañada por la política de precios internacionales y la quita de subvenciones, disparadores necesarios como para que el productor agrícola argentino pueda hacer uso de toda la tecnología disponible que tenía el país.
El incentivo que se produjo en la adopción de tecnologías se aprecia claramente por la evolución de la venta de los diferentes insumos desde 1991 hasta 1997. Tomemos algunos indicadores: se duplicó la venta anual de tractores y de cosechadoras. En materia de cosechadoras de algodón fue significativo su crecimiento hasta 1996, lo cual permite la cosecha mecánica en un 70% del área cultivada de algodón. Con relación a los fertilizantes, de 325.000 toneladas vendidas en 1991 se llegó a 1.500.000 de toneladas en 1997 y; con relación a los agroquímicos, la venta por valor de 286 millones de dólares ascendió estimativamente en 1997, a 900 millones de dólares. Esta es la radiografía de cómo se ha introducido la tecnología en el agro argentino.
Otro elemento importante que muestra esta evolución tecnológica es el caso de la siembra directa. Coincidentemente, comenzó a crecer a partir de los años ‘90, de 300.000 hectáreas en 1990 pasamos a 5,5 millones de hectáreas en el 97/98. Esto también es un síntoma de la introducción de nuevas tecnologías que incrementan la productividad en el marco de una agricultura sustentable, sobre uno de los valores básicos para nuestro país: la conservación del suelo.
El resultado final se puede apreciar en la evolución del área sembrada total desde 1988 a 1997. Se constata un crecimiento del área sembrada del 33% comparado con el aumento de la producción que asciende al 130%. Reflejado en la productividad de toneladas por hectárea, de 1,4 toneladas en 1988 se llega a 2,44 toneladas en 1997.
Estos resultados no son más que el reflejo de la introducción de tecnología. Solo un 33% de crecimiento del área sembrada con un 130% de aumento de la productividad, arroja un incremento de alrededor del 70%. Si tomamos de ese periodo los tres últimos años, como promedio, vemos un aumento de la productividad de alrededor del 50%.
Con relación a las exportaciones del sector. Las referidas a los productos industrializados crecieron de US$7000 millones, aproximadamente, en 1989/90, a US$14.000 millones en el último año. El agro sigue ocupando un lugar muy importante en las exportaciones argentinas, del orden del 60%, y seguirá creciendo en tanto se utilice todo el paquete tecnológico.
Si tomamos como base el año 1995, con un rendimiento en el trigo de alrededor de dos toneladas por hectárea, podemos crecer. Si tomamos el nivel tecnológico intermedio a 2,84, podemos llegar a 4,2 toneladas por hectárea. Esto significa que el potencial de incremento de la productividad todavía está en el campo. En el caso del maíz, el crecimiento de 3.73 a 6,7 es, hoy, una realidad. Podríamos seguir analizando todos los cultivos y veremos que todavía tenemos posibilidades de seguir creciendo en productividad en la Argentina.
El caso de Macri
Una experiencia similar se tuvo durante el gobierno de Mauricio Macri, desde diciembre del 2015, aunque en este caso la reducción de las retenciones no fueron iguales para todos los cultivos. Se favoreció a las gramíneas con la eliminación total de las retenciones de trigo y maíz y una baja en soja del 35 al 30%. Y se contempló una disminución gradual para que llegara al 26% en agosto de 2018. Sin embargo, en septiembre de ese año subieron al 12% al trigo y en maíz y la soja quedó con un esquema fijo de 18% más 4 pesos por dólar exportado que al final del mandato de Macri significaban 24,7%.
Según un estudio de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), a pesar del aumento de las retenciones, entre la cosecha 2014/2015 y la 2018/2019, aumentaron las hectáreas sembradas en 2,4 millones de hectáreas (gracias al aumento del maíz y el trigo, que compensaron la baja en la plantación de soja). En este sentido, la producción total aumentó, principalmente gracias al maíz y al trigo, lo que significó alrededor de US$3000 millones más.
Como conclusión podemos decir que en ambos casos se puede observar que la eliminación de las retenciones es una medida no solamente positiva para los productores agropecuarios, que les permitirá crecer en el área sembrada, adoptar todas las tecnologías disponibles y aumentar así sus rendimientos. Sino que, como consecuencia de ello, la economía de Argentina se verá muy favorecida por un aumento muy importante de las exportaciones, con el resultado de mayores ingresos de divisas. También ese aumento de actividad del sector movilizará a todas las actividades relacionadas con el sector y generará nuevos puestos de trabajo, tan necesarios en este momento crucial del país.
El autor es expresidente de Casafe y ACTA