La Secretaría de Alimentos y Bioeconomía de la Nación emitió una resolución por la cual aprobó la implementación de un protocolo de calidad para la harina de trigo.
Se trata de una medida que apunta a incrementar el comercio exterior de este producto: el protocolo es el requisito indispensable para que las empresas del sector puedan acceder al sello "Alimentos Argentinos, una elección natural".
El protocolo fue diseñado entre el Inti, Inta, Senasa y la Federación Argentina de la Industria Molinera (Faim).
"En el mercado global, el grado de exigencia de clientes y consumidores respecto a la calidad de los alimentos se ha elevado, en virtud del aumento de la información disponible, así como la notable variedad y diversificación de la oferta. Se debe ponderar la calidad de la harina de trigo que se produce en nuestro país, con atributos y cualidades propias de las condiciones de producción y los sistemas de aseguramiento de su calidad", fundamentó el Gobierno la determinación.
Y añadió: "La diferenciación por calidad es un componente estratégico para el desarrollo competitivo de las producciones alimenticias y un factor diferencial para el ingreso a nuevos mercado".
Oportunidades y desafíos
En este contexto, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) publicó un informe en el que analiza cuáles son las reales oportunidades que tiene la cadena triguera argentina para hacer crecer las exportaciones con agregado de valor.
En primer término, el documento subraya que, a nivel mundial, el grano de trigo se comercializa mucho más que la harina, porque esta última tiende a enfrentar políticas comerciales más restrictivas. Además, su vida útil más corta plantea desafíos logísticos y de transporte para los importadores.
Argentina enfrenta un problema por ese lado: el 52 % de las importaciones de este producto se concentran en un área geográfica reducida, de la que Argentina se encuentra muy lejos. Los principales compradores son Afganistán, Iraq, Uzbekistán, Sudán, Siria, Yemén y Somalía.
Estos destinos están cerca del mayor exportador mundial de harina de trigo: Turquía, que en la campaña 2017/18 vendió 3,4 millones de toneladas, según datos del Consejo Internacional de Cereales. También están cerca del segundo, Kazajistán (2,2 millones); del cuarto, la Unión Europea (559 mil); del quinto, Pakistán (538 mil); del secto, Ucrania (403 mil) y del séptimo, Irán (33 mil).
El rol de Argentina no es malo en este contexto: es el tercer exportador con 675 mil toneladas. Pero el 98 por ciento se destina al Mercosur, más precisamente, a Bolivia y Brasil.
"Visto desde nuestro país, los desafíos para incrementar las exportaciones de harina de trigo y productos con mayor valor agregado son cada vez más grandes. Tanto los países competidores como consumidores llevan a cabo políticas estatales que impulsan la exportación o protegen sus mercados internos. Todas estas medidas se refuerzan aún más si se agregan los controles fitosanitarios que debe superar la harina de trigo de Argentina y los desafíos logísticos que plantea la exportación cuando conlleva mucho tiempo en arribar a destino", subraya la BCR.
Y agrega: "El potencial para incrementar la exportación de productos de la cadena triguera con mayor valor agregado existe, y Argentina cuenta con importantes ventajas para ello: una oferta de trigo en grano creciente y de calidad estable, capacidad instalada suficiente para la molinería y el know-how de exportación y organismos capaces de asesorar en los procesos de negociación con potenciales importares".
Pero concluye que nada de esto funcionará si se vuelve a políticas "cortoplacistas" que limiten el mercado del grano de trigo, "ya que ello genera a mediano y largo plazo una aguda reducción en la oferta" y "los esfuerzos de inserción exportadora en el mundo llevan tiempo".