El estrés oxidativo se produce cuando hay un exceso de radicales libres, moléculas químicamente inestables y reactivas que son capaces de dañar a otras moléculas. Por lo que este desequilibrio puede estar relacionado con muchas patologías, cómo ateroesclerosis, cáncer, enfermedad de Alzheimer, entre otras. Pero, dentro de las células también existen mecanismos de defensa que las neutralizan: antioxidantes (AO).
La producción de antioxidantes puede estimularse a través de determinados minerales presentes en los alimentos. La carne de pollo aporta los nutrientes necesarios para la generación de los AO propios del cuerpo.
El pollo aporta buenas cantidades de cobre, zinc y selenio, nutrientes indispensables para el funcionamiento de los antioxidantes. En base a datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, una porción aporta el 9 % de las necesidades diarias de cobre, más del 20 % de la recomendación de zinc, y casi la mitad de la recomendación de selenio.
Algunos aminoácidos, antes de pasar a formar parte de las proteínas, cumplen una función antioxidante, como la glicina y la taurina, los cuales se encuentran en la carne de pollo.
El consumo de pollo contribuye a mantener las defensas del cuerpo contra el estrés oxidativo, además de ser un alimento protector por su aporte de proteínas de óptima calidad, su bajo contenido de grasas y sus numerosas vitaminas y minerales.