Este impuesto, que por años ha oprimido al campo argentino, no solo ha frenado la inversión y la competitividad, sino que ha castigado a quienes trabajan la tierra y hacen lo que saben; producir. Un impuesto distorsivo que fue utilizado por los distintos gobiernos sin miramientos internos de eficiencia, repletos de casta, corrupción, desprecio por la libertad, y que destrozaron el mérito que existe en quienes se esfuerzan.
El compromiso del Sr. Presidente Javier Milei de poner fin a los derechos de exportación representa una oportunidad única para liberar al sector agropecuario de estas cadenas y encender el motor productivo del interior. Su eliminación no es solo un pedido urgente del campo, sino del interior productivo; y es una necesidad para reactivar la economía, recuperar confianza y construir un futuro de progreso y equidad.
Sin productores, no hay producción. Y sin producción, no hay país. Que el 2025 sea el año en que transformemos esa promesa en acción y devolvamos al campo la libertad que alguna vez tuvo y se merece.