El impuesto al carbono ayuda a combatir la crisis climática?
Ya se sabe lo que se debe hacer para evitar los peores impactos de la crisis climática: una transición rápida de los combustibles fósiles a energías renovables.
Sin embargo, las emisiones de carbono continúan aumentando en Estados Unidos y en otros paises. Entonces, ¿cómo podemos reducir las emisiones de carbono y limitar el calentamiento global de manera realista? Una forma clave es poniéndole precio al carbono: imponiendo un impuesto a cada tonelada de gases de efecto invernadero emitida, haciendo que las alternativas más limpias sean económicamente competitivas.
Entre más cuestan los combustibles fósiles, las personas los usan menos y buscan alternativas renovables más baratas. Gravarlos podría ser la forma más rápida de impulsar el movimiento hacia una economía verdaderamente verde en Estados Unidos. La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que con un impuesto de $25 dólares por tonelada métrica de CO2, las emisiones serían un 11% más bajas en 2028 de lo que se proyecta actualmente. En ese mismo período de tiempo, este impuesto también generaría un estimado de $1 billón de dólares. Ese dinero podría ayudar a compensar los costos de energía para las familias de bajos ingresos, financiar la infraestructura para las energías limpias, ayudarnos a adaptarnos al cambio climático o devolverlo a los ciudadanos estadounidenses a manera de dividendo.
Al mismo tiempo, es importante reconocer que, debido al tipo de infraestructura actual, mucha gente depende de los combustibles fósiles para calentar sus hogares, transportar sus alimentos o ir al trabajo. Por eso, cualquier impuesto al carbono debe complementarse con un programa que garantice que las personas no se vean afectadas por un aumento en el costo de los combustibles fósiles. Por ejemplo, el Climate Leadership Council propone un dividendo que devolvería los ingresos del impuesto a cada familia estadounidense. Según su plan, una familia de cuatro recibiría un cheque por $2,000 dólares cada año.
"Las emisiones de carbono ya tienen un costo añadido, simplemente no son los emisores quienes lo pagan"
Más de 40 gobiernos han adoptado impuestos al carbono de alguna manera. En el Reino Unido, las emisiones de carbono han caído a su nivel más bajo desde 1890 gracias a un precio mínimo de carbono de £18 por tonelada de CO2. El impuesto sobre el carbono de la Columbia Británica en 2008 disminuyó en casi un 5% a partir de 2015. Por otra parte, el impuesto sobre el carbono de Suecia ha ayudado enormemente a reducir las emisiones en un 26% desde 1990.
Un impuesto al carbono es una idea simple y efectiva, pero convertirla en ley en Estados Unidos no será fácil. Para implementar estas políticas de manera efectiva, se necesita la voluntad política, el liderazgo y la comprensión pública de los beneficios de los impuestos al carbono, por qué son importantes y cómo se destina el ingreso. En 2012, Australia promulgó un impuesto al carbono ya que los políticos continuaron debatiendo sus méritos. Las emisiones comenzaron a disminuir rápidamente pero las personas y las empresas protestaron por el aumento del costo de la energía. Dos años más tarde, el impuesto fue derogado y las emisiones del país comenzaron a subir de nuevo.
Para evitar este escenario en Estados Unidos, los políticos de todos los partidos deben sentir la presión de todas las comunidades y sectores. Ya se empieza a ver este aumento de presión: varios corporativos ya apoyan un impuesto al carbono y los pueblos, ciudades, comunidades de las tribus y organizaciones de Estados Unidos aún están comprometidos a cumplir con los objetivos de emisiones establecidos en el Acuerdo de París, por lo que el precio del carbono es crítico.
La conclusión es que las emisiones de carbono ya tienen un costo añadido, simplemente no son los emisores quienes lo pagan. La Government Accountability Office estima que Estados Unidos gastó $350 mil millones de dólares en la última década en impactos relacionados con el clima. Y eso no incluye el costo personal de quienes son más vulnerables ante el cambio climático. Un impuesto al carbono ayuda a cobrar ese costo por adelantado y equilibrar la balanza. Es una estrategia que, al implementarse junto a la eficiencia, la innovación y la infraestructura de energías limpias, así como estrictas regulaciones de las emisiones, puede llevarnos a un futuro más limpio y más próspero.