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Camelina: El cultivo que combina rentabilidad y sostenibilidad mientras reduce la huella de carbono

Camelina, el cultivo oleaginoso invernal, mejora la estructura del suelo, compite con malezas y genera biocombustibles de baja huella de carbono. Su producción se expande en Argentina.

 El tamaño diminuto de la semilla de Camelina fue el principal desafío para la siembra. La alianza estratégica entre Camelina Company y Rizobacter, compañía líder en soluciones biológicas para el agro, permitió mejorar la plantabilidad gracias a la incorporación de tecnología de pildorado.

La agricultura actual no solo apunta a ser sustentable a nivel lote, sino a que sus productos cosechables se transformen en materia prima de tecnologías que minimicen las emisiones de carbono en el ambiente para disminuir la contaminación.

El caso reciente es la incorporación de Camelina (Camelina sativa), un cultivo oleaginoso invernal de ciclo corto que gana terreno en Argentina debido a sus beneficios de servicio al suelo -competencia sobre malezas, incorporación de nutrientes, generación de materia orgánica y mejora de estructura, entre otros- y la inmejorable renta que aporta al cosechar su producción. Sumado a estos aportes positivos del ciclo agroecológico del cultivo, sus granos son utilizados para la elaboración de biocombustibles avanzados con baja huella de carbono.

Por su ciclo fisiológico corto -siembras en junio-julio y cosecha en octubre-, Camelina no compite con otros cultivos de renta invernales destinados a producción, sino que encaja perfectamente en lotes destinados a barbechos largos -después de cosechar el cultivo estival y hasta la siembra del próximo cultivo de verano-. Esta ventaja se hace cada vez más atractiva para los productores que buscan generar servicio, renta y sustentabilidad al mismo tiempo, una triada casi perfecta para la producción actual.

Su bajo consumo y la necesidad hídrica que requiere, permite la siembra posterior del cultivo estival -soja de primera o maíz tardío- sin preocupaciones de merma hídrica, logrando que soja o maíz se implanten sin complicaciones luego de la cosecha de Camelina.

El diminuto tamaño de la semilla de Camelina fue el principal desafío para la siembra. Para mejorar la plantabilidad, Camelina Company -empresa que se encuentra en Argentina y que pertenece a Global Clean Energy Holdi junto a Rizobacter incorporaron el tratamiento de pildorado en la semilla de sus variedades de Camelina, que son más de 20 a nivel mundial.

Rizobacter, con su expertise en tratamiento de semillas desde hace más de 40 años, suma tecnología de pildorado logrando que el cultivo se inicie de manera adecuada, aumentando el tamaño de semilla para su correcta distribución en trenes de siembra y permitiendo la emergencia correcta de la especie. Para este tratamiento, suma también a Rizoderma como biofungicida y a Vitagrow TS como bioestimulante. Ambos productos son propios de la compañía líder en soluciones biológicas para el agro y no solo aportan mejoras sustanciales en el crecimiento aéreo y radicular, sino que, debido a su formulación biológica y orgánica respectivamente, reducen las emisiones de carbono desde su elaboración y reemplazan insumos de origen sintético en la producción agropecuaria.

Camelina Company, con su introducción en el país desde hace más de dos campañas, junto con su colaborador estratégico Louis Dreyfus Company (LDC), han sido responsables del crecimiento del cultivo. Ahora, pasarán a distribuir semilla identificada de una superficie de 5.000 hectáreas en la campaña 2023 a 35.000 hectáreas en la campaña que se avecina. Las proyecciones se incrementarán para las campañas venideras como consecuencia de que el productor ve oportunidades al combinarse servicio, renta y sustentabilidad.

El trabajo conjunto entre Camelina Company, Rizobacter y LDC es un claro ejemplo de que el aporte tecnológico individual por parte de diferentes empresas del sector forma una sinergia beneficiosa para las especies cultivables del país y contribuye a una agricultura regenerativa y al cuidado del medio ambiente. La integración vertical y horizontal crece en diferentes partes del mundo y Argentina es testigo de esa transformación cultural