Agricultura

La agricultura perenne: una mirada hacia la salud del suelo

Nuevas investigaciones revelan el papel fundamental de las raíces de los cultivos en la formación de materia orgánica, impulsando el enfoque hacia una agricultura perenne.

El cuidado de la salud del suelo implica la interacción de sus componentes clave. Para que un suelo sea propicio para la producción de cultivos, debe mantenerse saludable, lo cual depende en gran medida de la cantidad de materia orgánica y biodiversidad presente. Al emplear prácticas agronómicas adecuadas, como la siembra directa, el uso responsable de fertilizantes y la preservación de cubiertas vegetales durante el mayor tiempo posible, es posible mejorar el estado de los suelos. Aquí es donde entran en juego los cultivos de servicios (CS).

Antiguamente conocidos como "cultivos de cobertura", se creía que su única función era mantener cubierto el suelo durante el período de barbecho. Sin embargo, hoy en día esta definición resulta limitada. Gervasio Piñeiro (FAUBA - CONICET), coordinador de la Red de Cultivos de Servicios de AAPRESID, destaca que es más apropiado denominarlos "cultivos de servicios ecosistémicos, de regulación y soporte".

Los cultivos de servicios (CS) son aquellos que se siembran con múltiples propósitos, adaptándose a las necesidades del sistema y a los objetivos de cada establecimiento. Contribuyen a conservar la humedad del suelo, controlar plagas y malezas, mantener un equilibrio nutricional y favorecer la acumulación de carbono y materia orgánica.

Las raíces: sanadoras invisibles

Las raíces de las plantas generan compuestos llamados rizodeposiciones, los cuales se exudan hacia el suelo. Estos compuestos "alimentan" a los microorganismos del suelo, quienes a su vez "retribuyen" a las plantas con nutrientes inorgánicos. Un estudio llevado a cabo por Piñeiro y la Red de CS revela la importancia de las raíces y sus rizodeposiciones en la acumulación de carbono y materia orgánica (MO).

Mediante innovadoras técnicas de laboratorio, se descubrió que las rizodeposiciones constituyen la principal fuente de carbono destinada a la formación de materia orgánica estable, asociada a la fracción mineral del suelo, mientras que las raíces aportan el carbono que se incorpora a la MO particulada. La parte aérea de los cultivos solo aporta alrededor del 5% de su carbono al suelo.

Más allá de las características específicas de cada suelo, existe una relación directa entre el contenido de MO, la captura de carbono y la salud del suelo. Como menciona el especialista, quien abordará este tema y otros en el próximo Congreso Aapresid: "los suelos saludables almacenan más MO y tienen mayor contenido de carbono; dicho de otra manera, si el suelo carece de salud, no puede acumular carbono".

Es importante destacar que este intercambio y trabajo en equipo entre las plantas y los microorganismos es constante, desde la siembra hasta la cosecha. Esta dinámica podría marcar un hito al desterrar la idea de que los cultivos solo aportan al suelo cuando mueren y sus residuos se incorporan, ya que demuestra que el aporte es constante.

Estos hallazgos enfatizan una vez más la necesidad de avanzar hacia sistemas más "perennes", es decir, generar un "continuo" de vida en el suelo mediante diversas herramientas y cultivos. Esto persigue la sustentabilidad de los sistemas agrícolas, reduciendo el impacto ambiental y acercándonos cada vez más a los ecosistemas naturales.

Por último, Piñeiro señala que las leguminosas desempeñan un papel destacado en la formación de materia orgánica y la captura de carbono, ya que fijan nitrógeno atmosférico, estimulan las rizodeposiciones y promueven la actividad biológica. Esta maquinaria se traduce tanto en la mejora de la calidad del suelo como en la productividad de los cultivos comerciales que siguen a los cultivos de servicios.

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